La semana pasada apenas sabía quién era Michael Jordan. Me sonaba, claro, recordaba vagamente algo de unas deportivas y el frenesí con que mi hermano, cuando íbamos a Nueva York, intentaba conseguir entradas con meses de antelación para ir a ver algún partido de básquet al Madison Square Garden.

Iba solo, por supuesto, al resto de la familia ni se nos ocurría por un segundo que valiese la pena sacrificar una noche en Nueva York para ir a un acontecimiento deportivo (pero cruzar la ciudad hasta un barrio recóndito para ir a ver un Jardín de los cerezos interpretado por una compañía de sordomudos tailandeses nos parecía perfecto y el mejor plan del mundo). He necesitado más de veinte años para entenderlo. Perdona, hermano.

Hace unos días me puse a ver el documental El último baile. La serie narra la temporada 1997-1998 de los Chicago Bulls de la NBA. Si bien la figura central es Michael Jordan, a su alrededor se congregan una serie de personajes extraordinarios: Scottie Pippen, con quien formó una de las parejas deportivas más increíbles de la historia (lo digo yo, la gran experta en básquet), Phil Jackson, el entrenador, y Dennis Rodman, entre otros.

Uno solo necesita ver unos minutos de un partido de los Bulls de aquella época para entender que lo que hacían Jordan, Pippen y Rodman era maravilloso (del mismo modo que uno solo necesita ver una carrera de Bolt para darse cuenta de que el animal más bello del mundo era él, no Ava Gardner).

De todos ellos, el más fascinante es Dennis Rodman. El niño abandonado por su padre, enfermizamente tímido, predestinado a una vida de delincuencia y de marginalidad que se convierte en un cisne, rebelde, provocador y chiflado, adorado por las mujeres y aclamado por el resto del mundo. Un tipo (como ocurre con el deporte, casi nunca con la literatura) con más talento que inteligencia.

Si en estos tiempos oscuros echan de menos los acontecimientos deportivos (y la literatura), y si tienen ganas de ver algo casi tan bueno como El jardín de los cerezos interpretado por un grupo de tailandeses sordomudos, no se pierdan El último baile.

* Escritora