Los hombres a veces estamos pendientes de lo que no lo merece. Y, consecuentemente, no valoramos aquello que en todo momento y lugar permanece a nuestro lado. Y es que no advertimos el verdadero significado de la lealtad que está contenido en aquello que no depende de modas o edades y siempre permanece fiel a nuestra vera, en lo bueno y en lo malo. Y debemos ya homenajear esa fidelidad, pues esta vida no es solo descaradamente interesada y frívola sino también increíblemente corta. Porque casi todo es circunstancial; hasta los amigos dependen de unas combinaciones planetarias para coincidir en la infancia o de cercanía de barrios y profesiones. Sin embargo, a quienes hoy rindo admiración, no nos abandonan nunca y se vienen a la tumba con nosotros. Incluso estoy seguro de que, en el caso de que resucitemos, nos acompañan como testigos de honor de nuestras mentes en el día del juicio final. Y ya no doy más rodeos: me refiero al cabello que crece a los lados de la cabeza que, fuerte y vigoroso, contra viento y marea, permanece en nuestra identidad soportando a la vejez hasta en sus acometidas vanguardistas. Todo lo contrario que el pelo que crece en la parte superior del cráneo, el de arriba, que cínico y materialista nos va abandonando cuando vamos perdiendo belleza. Incluso hay casos que en éxtasis de frivolidad nos abandona ante los primerísimos síntomas de pérdida de juventud. (Los casos en que no se va es porque tiene un interés oscuro de permanencia que algún día sabremos cuál es). Este pelo de arriba es traidor y despreciable, por lo que no deberíamos estar tan pendiente de él proporcionándole productos, masajes, champús de fortalecimiento, etc. Todo eso lo merece el cabello de los lados. Y el otro cuanto antes se vaya mejor, que un amigo falso al final solo da disgustos. Es hora de mimar a nuestros cabellos de los lados. Y que sean tocados también con ternura por tu madre o pareja que ya se deben haber dado cuenta de que tu pelo de arriba siempre fue esa pelusa temporera con la que naciste.

Lo dicho, empecemos a valorar a quienes tan en serio nos toman. Cuando te duches, masajea tu cabello lateral como a un hijo pequeño. Cuando lo seques hazlo con sumo cariño y movimientos suaves. Si lo haces con secador, no pongas alta la temperatura que, aunque tardes más, la dulzura no admite prisas. Y cuando lo peines hazlo solo con tus manos, que lo conocen bien, lo aman y actúan como un alfarero divino. Y ya puestos revisa todo aquello que, como tus cabellos de los lados, por justicia precisa más cariño de ti.

* Abogado