Holanda es la primera cita electoral del año en una Europa que vive impávida el ascenso del populismo. Las elecciones darán este miércoles la medida de esta amenaza a la convivencia y su resultado tendrá repercusiones en el resto de Europa. El populismo tiene una base común hecha de xenofobia, nacionalismo y anti-europeísmo. El holandés tiene una característica propia, la islamofobia. En el partido que lidera Geert Wilders, el odio al islam es su razón de ser. En su programa promete prohibir el Corán y cerrar todas las mezquitas. Concurren a estas elecciones 28 partidos políticos. Esta fragmentación solo beneficia a los populistas. El retroceso de los partidos tradicionales, democristianos y socialistas, es muy acusado según todos los sondeos, mientras crecen los situados en los extremos. El líder islamófobo ha tenido que rebajar el tono antieuropeo de su campaña al constatar que muchos votantes lo rechazaban y no estaban dispuestos a abandonar la UE. En las últimas horas, ha aparecido un factor que puede tener consecuencias favorables para el partido de Wilders. Es la crisis turco-holandesa desatada por la prohibición del Gobierno de La Haya de permitir el aterrizaje del avión de un ministro turco para asistir a un mitin a favor de la reforma constitucional promovida a mayor gloria del presidente de Erdogan quien se ha apresurado a amenazar a Holanda. Este miércoles los holandeses votarán y el resto de europeos contendremos el aliento.