Turquía se ha convertido en un miembro de la OTAN y en un socio de la Unión Europea (UE) cada vez más problemático a lo largo de la última década. El presidente turco, Recep Tayyid Erdogan, ha instaurado un régimen autoritario, ha desarrollado una política contraria a los principios, los intereses y la seguridad de los miembros de la Alianza Atlántica y de la UE y ha impulsado una política nacionalista cada vez más agresiva en el exterior.

Erdogan intenta contrarrestar así la pérdida de respaldo electoral y desviar la atención de la población de las graves dificultades económicas del país. Erdogan explota al máximo la importancia geoestratégica de Turquía para la OTAN y la UE para eludir las consecuencias de su política de confrontación. La pasividad mostrada por la OTAN y la UE ante sus sucesivos desafíos ha alimentado en Erdogan la percepción de que puede permitírselo todo con impunidad.

Turquía se convirtió en 1952 en miembro de la OTAN para reforzar la política occidental de contención de la Unión Soviética. El contexto de Guerra Fría también facilitó el Acuerdo de Asociación de Turquía de 1963 con la Comunidad Económica Europea, antecesora de la UE, que sigue en vigor y que condujo a la creación de una unión aduanera.

Represión turca

Pese a que en teoría la OTAN está formada por países democráticos, la Alianza Atlántica ha tolerado en silencio la instauración bajo Erdogan de un régimen autoritario en Turquía y la persecución generalizada de críticos y opositores, tanto dirigentes políticos como periodistas, escritores, profesores y activistas sociales.

En materia de seguridad, la OTAN también se ha mostrado totalmente pasiva con la cooperación de las autoridades turcas con Estado Islámico, Al Qaeda y otras milicias yihadistas en Siria mediante apoyo logístico, militar y financiero, incluida la compra de petróleo de contrabando.

Todo ello estaba ampliamente documentado por publicaciones como The Guardian, ForeignPolicy, The New York Times, Financial Times y Cumhuriyet y, posteriormente, por el libro An Uncertain Ally: Turkey under Erdogan's Dictatorship (Un aliado incierto: Turquía bajo la dictadura de Erdogan) del profesor David L. Philips de la Universidad de Columbia. Erdogan vetó hasta julio de 2015 el uso del espacio aéreo turco para atacar a Estado Islámico y después se abstuvo en la práctica de combatirlo, pese a la amenaza que representaba ese grupo para la seguridad de los miembros de la OTAN.

Una OTAN acomodaticia

La Alianza Atlántica sigue mostrándose acomodaticia con la invasión turca del norte de Siria, su limpieza étnica de la población kurda de la zona, su protección a los yihadistas de Al Qaeda y Estado Islámico en Idlib y el envío de 2.000 yihadistas sirios y tropas turcas a la guerra civil de Libia.

Además de cerrar los ojos a la sistemática y provocativa violación del espacio aéreo griego por aviones militares turcos, la OTAN parece resignada a que Turquía instale en su territorio las baterías de misiles antiaéreos rusos S-400, incompatibles con el sistema defensivo aliado y que irán acompañadas del despliegue de militares y técnicos rusos en el seno de un país de la Alianza Atlántica. Erdogan sugiere ahora que podría adquirir también aviones de combate rusos Sukhoi-57.

Turquía depende económicamente de la UE, a donde van el 50% de las exportaciones turcas. Pero la falta de una política común de asilo e inmigración entre los Veintisiete mantiene a la UE cautiva de Erdogan, que utiliza a los refugiados como peones para lograr concesiones políticas y fondos europeos. Las autoridades turcas han enviado a los inmigrantes hacia la frontera de Grecia, el eslabón más débil de la UE, pero han evitado que los refugiados se dirigieran a la frontera búlgara, para no perjudicar el naciente negocio gasista entre ambos países tras el inicio en enero del bombeo de gas ruso del TurkStreamhacia, la red gasista de Bulgaria y de los Balcanes.

Turquía realiza desde hace casi un año perforaciones gasistas ilegales bajo escolta militar en aguas territoriales chipriotas. Por ello, la UE acordó en julio suspender reuniones con Turquía, reducir sus ayudas preadhesión para el 2020 y recortar los préstamos del Banco Europeo de Inversiones (BEI). La amenaza de nuevas olas de refugiados hacia la UE precipitó a los dirigentes europeos a Turquía con nuevas promesas de ayuda financiera, sin que se haya resuelto el problema de las perforaciones gasistas ilegales, ni la autoadjudicación turca de la exclusividad económica de la zona marítima griega, ni los intentos de Ankara de sabotear el acuerdo de Grecia, Chipre, Israel e Italia para construir un gaseoducto que conecte los yacimientos del Levante mediterráneo con Europa, porque teme que reduzca sus exportaciones de gas.

* Periodista