Mi abuelo Ernesto, muerto demasiado joven entre la muchedumbre de víctimas del fratricidio que remató la secular tragedia de las dos Españas, era ingeniero de Armamento y Construcción. Ignoro si en su corta vida le dio tiempo a construir puentes, muros o túneles, que es a lo que se dedican mayoritariamente los integrantes de ese cuerpo del ejército. Pero, libre de imaginar sobre su existencia, prefiero creer que anteponía tender puentes a levantar muros. Lo digo porque las murallas, contrariamente a la de Nicolás Guillén que precisa de manos negras y blancas para levantarla, abrirla y cerrarla según su buena voluntad, tienen merecida nefasta fama, mucho antes de que Trump culminara su maldito mandato a su manera miserable en el muro de El Álamo, que al fin no pagaron los mejicanos. Los puentes, en cambio, pese a que el del río Kwai sumiera en la locura al fanático coronel Nicholson, son la metáfora perfecta del acercamiento entre seres humanos separados por circunstancias adversas pero necesitados siempre de compañía, contacto, conexión y comunicación.

Lo del túnel es otra cosa. Ernesto Sábato, en su novela del mismo título, representó el mundo interior de un neurótico, y es precisamente la oscuridad, la claustrofobia, la asfixia y la opresión lo que viene seguramente a la mente cuando hablamos de túneles. Afortunadamente suelen tener final luminoso. Acabó por fin el túnel en el que Trump tenía encerrado a su país para desgracia y escarnio del mundo todo y en palabras de Amanda Gorman, la joven poeta esperanzada, si somos lo suficientemente valientes para ver y ser la luz necesaria, esta prevalecerá. Como enamorada de las palabras y creyente en su poder, me aferro a esos versos que no son ni nuevos ni perfectos pero sí verdaderos.

La que esto escribe ha sido víctima de otro túnel, el carpiano, cargado el asqueroso de dolor e insomnio. Solo espera que, superada la dolencia, una más de las que la pandemia ha agudizado y generalizado, vislumbremos todos juntos la luz al final de este otro túnel aciago que parece interminable pero de ningún modo lo es.

* Profesora