El nuevo presidente de la Generalitat escribió hace unos años (que en realidad es lo mismo que decir hace un par de meses o ayer) unos tuits graves y sumamente ofensivos para cualquier persona que crea en nociones tan básicas como la decencia, la igualdad y el respeto a los demás.

No es el único y no será el último. Twitter, como todas las redes sociales y de mensajería on line, tiene un efecto «borrachera», desinhibidor y euforizante. No conoces a nadie hasta que no lo has visto (y oído) borracho. O hasta que no has visto su verdadero rostro en Twitter.

Personas duras, difíciles y exigentes de repente se vuelven dulces, cariñosas y comunicativas después de dos copas; y seres supuestamente afables, cuidadosos y diplomáticos pueden decir las barbaridades más espantosas y mezquinas con un gintónic de más en el cuerpo.

En Twitter hay espacio para todo el mundo, para los bobos, los inteligentes, los chuletas, los condescendientes, los agresivos, los brillantes, los desconfiados, los cursis, los generosos y los tacaños. Los que jamás insultarían a nadie y los que se sienten más listos y poderosos por insultar y faltar al respeto a los que no piensan como ellos. Nunca ha sido tan fácil saber a quién tienes delante que desde que existen las redes sociales y ya no hay que verse la caras para vérselas de verdad.

Estar borracho no es nunca un atenuante, es un agravante, lo mismo que escribir en Twitter cuando estás en pleno calentón. Eres quien eres en pleno calentón, no cuando estás recogiendo margaritas por el campo. Yo sigo lamentando cosas mezquinas que dije o escribí hace algunos años y, aunque los destinatarios afirmen haberme perdonado, hay cosas que una vez dichas o escritas ya no se pueden retirar. Las palabras no se las lleva el viento, señor president. Usted que es editor debería saberlo.

Tampoco el hecho de haber sido editor y de ser un hombre de letras me parece un atenuante aceptable en el caso del nuevo president. Nací en el mundo de los libros y se engaña aquel que piensa que todos los editores tienen la cultura, la inteligencia y la sensibilidad de Carlos Barral o de Jorge Herralde. Se puede ser un patán habiendo publicado grandes libros. Incluso se puede ser un patán habiendo escrito buenos libros, no grandes libros, pero sí buenos libros.

Y ¿cuándo se volvió aceptable insultar a los demás? En mi época, los adultos no se insultaban entre sí; y los niños, cuando lo hacíamos, éramos severamente amonestados.

William Shakespeare escribió en Enrique VIII: «Men’s evil manners live in brass; their virtues we write in water» («Los vicios de los hombres quedan grabados en bronce; sus virtudes se escriben en el agua»). Ahora ambas cosas quedan escritas en Twitter.

* Escritora