Pocas dudas había sobre la limitada capacidad de México para oponerse a las reglas fijadas por EEUU para contener los flujos migratorios con origen en América Central. El presidente Andrés Manuel López Obrador se ha visto obligado a claudicar, presionado por las amenazas de Donald Trump de imponer aranceles a las exportaciones si no corta el paso a la inmigración y requerido por los empresarios mexicanos que tienen su primera fuente de ingresos en las ventas a EEUU. El dispositivo para controlar la frontera con Guatemala es solo una primera medida. La pretensión de la Casa Blanca es que México se comprometa además a censar y devolver a sus lugares de origen a los inmigrantes sin papeles aprehendidos en su suelo. Si la exigencia no se cumple, seguramente activará de nuevo la amenaza de penalizar las exportaciones. Las negociaciones para que los designios de Trump se hagan realidad son una pantalla para que México pase por el aro. Su economía no puede prescindir de su primer cliente. Una verdadera distorsión del libre comercio y de la economía global a la que Trump ha puesto la proa.