Quedaos en la mente con estos dos dichos que os propongo esta mañana. El primero es de Samuel Beckett y dice que «da igual, prueba otra vez, fracasa otra vez pero fracasa mejor». El segundo de Walter Benjamin, quien afirmó con contudencia que «todo gran obra está colocada sobre una montaña de inhumanidad» y que yo voy a interpretar de una forma más o menos libre, y por seguir el curso de lo que he mencionado de Beckett, como la capacidad que tenemos, misteriosa, de sobrevivir al fracaso, e incluso de construir o alcanzar el éxito a partir del fracaso, bien sea individual o bien colectivo. Hoy me ceñiré más al fracaso colectivo, a nuestro fracaso como sociedad avanzada, civilizada, que así nos autodenominamos. En el artículo anterior os anunciaba que me encontraba escribiendo unas líneas que compartiré el próximo septiembre en Ávila. En estas líneas intentaré persuadir al auditorio de que el control sobre el éxito o el fracaso no depende siempre de la voluntad colectiva, bueno, yo hablaré allí de la voluntad individual. Lo que resulta de todas todas un fracaso se puede convertir en el tiempo y por circunstancias dispares en un triunfo, en un inesperado éxito. Esto lo han comprendido los científicos a pie juntillas cuando han defendido desde hace ya muchos años que un error puede dar lugar a un descubrimiento extraordinario. No pongo ejemplos pero los puedes encontrar con facilidad. Incluso en el terreno de la literatura han existido casos en el que la manipulación textual, que traería el fracaso del autor original del texto, ha conseguido encumbrar esa obra al mayor de los éxitos. Voy al grano.

No estamos haciendo las cosas bien en este país...no voy a poner calificativos porque ya lo hizo Pérez Reverte. De verdad que algo hacemos mal cuando permitimos que los altos funcionarios se embolsen cantidades ingentes de beneficios mientras que los trabajadores sufren cada vez más recortes. Me refiero a la sanidad, pero en otras instancias más de lo mismo; cuando permitimos que los políticos se lo lleven «calentito» aunque sea disfrazado de dieta por alojamiento teniendo vivienda propia al lado del Congreso. Algo no estamos haciendo bien cuando hemos aceptado el trueque de jóvenes científicos que enviamos a Centro Europa y al Reino Unido para que se formen, trabajen allí como esclavos y no podamos luego ni recuperar; mientras que ellos nos mandan borrachos, sinvergüenzas o, atención, porque lo he vivido en primera persona, jóvenes muy educados en sus países de origen cuyos gobiernos les ofrecen poder descontrolarse siempre que sea en España. Os aseguro que de esto he sido testigo presencial porque casi me encarcelan en Alemania por tirar una colilla al suelo. Aquí no, Viva España, aquí se puede hasta fornicar en la calle, sacar títulos con suspensos y robar porque todos roban. Algo va mal ¡eh, mi amigo lector! cuando, como nos ha recordado hace unos días en estas mismas Marcos Santiago, Juana ha decidido actuar al margen de la ley, o como nos ha recordado María Olmo, también hace muy poco en este diario, al afirmar que pudiendo hacer las cosas bien, seguimos haciéndolas mal.

Pero tranquilos, que sabremos triunfar por encima de toda esta basura. El Gobierno ya nos anuncia nuestra recuperación económica, el crecimiento del empleo, la vuelta de oposiciones para nuevos puestos de funcionarios. Triunfar, conseguir el éxito no tiene por qué ser una situación temporalmente permanente. Quizá sea este el mayor de nuestros errores o de nuestros fracasos: pensar o querer vivir en una situación de eterno éxito. Es importante que aceptemos que no siempre podemos vivir de cara al triunfo, pero igual de importante es saber que el fracaso debe comprometernos socialmente. No nos olvidemos que hace cinco siglos y con todo lo que significó un fenómeno como la Inquisición, nuestra Literatura nos regaló los dos mejores siglos de su historia.

* Profesor de Filosofía

@AntonioJMialdea