En el momento actual, todo parece encerrarse en fórmulas mágicas, con un reduccionismo que a veces nos deja con la boca abierta. Se utilizan muchísimo los trípticos, puestos de moda por el Papa Francisco, en sus alocuciones y entrevistas. ¡Cuántas y qué hermosas fórmulas nos ha transmitido el Papa para que comprendamos mejor la realidad del cristianismo y los caminos que hemos de recorrer para alcanzar sus metas! He aquí algunos de esos trípticos. Tríptico para la cuaresma. Nos lo dejó Francisco el pasado año: «Detente, mira, vuelve». Detente un poco de tanta agitación y de tanto correr sin sentido; mira y contempla el rostro del Amor crucificado, que hoy desde la cruz sigue siendo portador de esperanza; vuelve, sin miedo a los brazos anhelantes y expectantes de tu Padre, rico en misericordia. Tríptico sobre nuestras actitudes en la vida: «Estar de pie» para acoger a Dios; en «paciente silencio» para escuchar su voz; y «en salida» para anunciarlo a otros. Tríptico sobre el clamor de los pobres: «Gritar», ya que la pobreza se transforma en un grito que atraviesa los cielos y llega hasta Dios; «responder», porque el Señor, no solo escucha el grito del pobre, sino que responde, y su respuesta es una participación llena de amor; «liberar» de situaciones degradantes, de esclavitudes impuestas por el egoísmo, el orgullo, la avaricia y la injusticia. Tríptico del Papa Francisco sobre «los sueños de la Iglesia»: «Yo sueño una Iglesia Madre y Pastora»; «sueño unos ministros que tienen que ser misericordiosos», hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela al prójimo; «sueño una Iglesia que realiza su primera reforma, la de las actitudes». Sobre la relación con el prójimo: «acoger», comenzando por los más débiles, los más necesitados; «ayudar» con nuestras mejores palabras y más sinceras orientaciones; «animar», es decir, levantar el ánimo, estimular el espiritu, infundiendo esperanza y optimismo. Y por último, el tríptico del compromiso cristiano: «Ver», contemplar la realidad, identificar en ella lo que ocurre, sus dinamismos visibles e invisibles, los procesos y estructuras que la posibilitan, identificar la realidad histórica que se está viviendo; «juzgar», construir un juicio crítico de naturaleza teológica y moral, analizando qué acerca y qué separa de Dios, y considerando, desde una tensión ética, lo que hay y lo que debe haber, lo que somos y lo que estamos llamados a ser, tanto en la dimensión personal como en la comunitaria; «actuar», porque no hay fe viva sin obras, sin acción. Un discernimiento que lleva a una práctica concreta, con matriz evangélica y raíces en los signos de Jesús. Es la forma para hacer llegar la Buen Noticia. Se lee hoy en el evangelio la parábola de la higuera estéril, plantada en una viña, a la que uno se acerca pidiendo fruto, y al no encontrarlo, le pide al viñador que la corte. Al fin, deciden darle una prórroga, cuidándola más. Conclusión urgente: Dios pide frutos, no solo sentimientos. Todos somos responsables de que las cosas vayan tan mal. Y entre todos, con más bondad, honradez y honestidad, es como tenemos que arreglarlas.

* Sacerdote y periodista