La experiencia acumulada, montañas de literatura y tantos secretos desvelados, nos recuerdan que no hay triángulo amoroso sin consentimiento; como no existe la figura geométrica del triángulo sin tres vértices que se toquen y relacionen a través de la vena de la raya. En un contexto cultural de monogamia como el nuestro, el triángulo amoroso es intrínsicamente inestable: los celos, las preferencias, el amor insatisfecho... son emociones demasiado explosivas como para mantenerlas encerradas en la botella siempre.

En el triángulo político se dan estas circunstancias y algunas aún más sonadas. Así que el acuerdo andaluz de las derechas con la extrema derecha tronó desde el primer día. Y no podía ser de otra manera porque el trío consentido por la lujuriosa urgencia de pisar moqueta de gobierno como sea, no se ha presentado como tal, sino como la performance de un acuerdo PP-Ciudadanos, de un lado, y PP-Vox por otro, que, no obstante, se concretarán en apoyar la investidura de José Manuel Moreno Bonilla, aunque uno de sus vértices, Ciudadanos, afirma con solemnidad incluso que nada le compromete con Vox. Es decir, están en la misma cama, desnudos, ansiosos de poder y «vocación de cambio» y niegan con rotundidad que vayan a rozarse siquiera. ¿Alguien lo entiende?

Quizás por ello, el PP --que parece ser la señora de esta metáfora-- se ha venido arriba y les dice: venga chicos, no seáis díscolos y extremados, venid a mis pechos, aquí tenéis buen alimento. Porque, claro, Pablo Casado, que tanta piel se ha dejado en esta gatera para atraer a Vox, no puede excederse demasiado en sus preferencias por Vox, pues un Ciudadanos despechado puede romper el trío y adiós. No obstante, y por el momento, todo aparecerá así como en penumbra, hasta que de la cama redonda de San Telmo salten chispas imposibles de ocultar.

Entretanto no arda la fragua, radio Génova emite el cuento de la lechera: el trío andaluz se puede replicar en las comunidades autónomas de Madrid y Valencia y decenas de ayuntamientos; con menos votos, y el alma partía, el PP espera alcanzar tanto poder o más que atesora el PSOE hoy.

Este triángulo de lujuria política parece haberse concertado sobre la nitroglicerina del disimulo y el traspantajo; de parecer, pero no ser; torear sin que le salpique la sangre, o abrir el día 16 de enero cava sin que salpique la espuma. Pero todo triángulo político por definición encierra un espacio de promiscuidad tan intenso que nada puede esconder los ojos del deseo y eliminar el olor a sudor y saliva.

Así que no tendrán más remedio que descorrer las gasas del gran tálamo sevillano. Aunque mejor les hubiera ido si el trío se hubiera concertado en Sevilla y no en Madrid. En la gran ciudad del Sur con tantas culturas por sustrato, el trilero disimula mejor la bolita. Los tres están en coyunda, pero hay uno que niega la evidencia.

* Periodista