Cuando vivíamos en la dictadura, España era «Una, Grande y Libre». Era el lema dogma de fe. No obstante, la gente solía hacer chistes y decía: «Si hubiera dos, nos iríamos a la otra; es tan grande que caben hasta las bases de los americanos; y es libre y te permiten rellenar quinielas». La gente se reía con prudencia, que a la policía no le hacían gracia los chistosos políticos. Se les perseguía por «rojos». Ahora en España no se ríe como antes; ahora nos carcajeamos. Creemos que España es una «gran nación» porque lo dice Rajoy, el que nunca miente y piensa en cifras macroeconómicas, y ya se sabe que lo que es bueno para Rajoy & Cía tiene que ser bueno para España. Creemos que es «Una» y unidimensional porque lo decreta Rivera, que ha abolido de un plumazo la lucha de clases y las singularidades históricas e individuales bajo la ontología de «españoles», aunque yo es el que veo menos español, más producto de estándares de marketing político. Y creemos que es «libre» porque lo aseveran Zoido o Catalá (el nombre es circunstancial), quienes interpretan desde el rancio conservadurismo un Estado de Derecho que se ha construido con restos del nacional-catolicismo y mayorías de derechas, cuando no aplicando «el mal menor» (Véase para el momento actual El secuestro de la justicia, de Escolar y Bosh).

A partir de aquí, hay que hacer política de Estado y reconstruir España. Casi me atrevería decir refundarla. Porque, oiga, es una maldición seguir alimentando la leyenda negra, que hasta los finlandeses, gentes de poco humor, se ríen a carcajadas. «Estos íberos, resultado de pueblos diversos --se dicen mientras se tuestan al sol en nuestras playas-- no merecen ni el clima que tienen». A mí me cabrea la injusta apreciación. No todos los que habitan estas bellas tierras de sufridas gentes están de acuerdo con la imagen que ofrecemos al mundo. A Rajoy no le caben ya las protestas de jubilados y otros colectivos en la calle ni los corruptos en los juzgados; a Rivera le hace falta el procés catalán para conquistar España y barnizar la carcomida derecha; y a nuestras leyes les sobran las reprimendas de la UE que establece otros límites a la libertad de expresión y nos sacan los colores en conceptos jurídico-políticos como el de «rebelión». Ya no nos vale que echen balones fuera. Antes circulaba un chiste que decía: «Para de beber, paisano, que te veo borroso». Ahora el humorista El Roto acaba de sacarse una viñeta, más aguda y política, en la que un sujeto lleno de mierda se mira en el espejo y dice: «Yo estoy limpio. La mierda está en el espejo». Ahora nos reímos más, a carcajadas, y nos indignamos.

La moción de censura contra el Gobierno del PP que ha promovido el PSOE puede acabar con esta triada falsa y convertir la unidad en la pluralidad y, la grandeza, en la justicia social. Aquí se sustenta la verdadera libertad. Superar las dificultades parlamentarias, las diferencias ideológicas, la aritmética de los votos, es el trabajo de nuestros representantes políticos para conseguir una España grande y libre. O el caos.

* Comentarista político