Se prodigan estos días las clausuras de curso, la imposición de las bandas a los graduados en los diferentes ciclos formativos, las palabras finales del profesorado y sus alumnos, las mutuas gratitudes con brindis final de fiesta. Es una gozada asistir a este tipo de actos, transidos de ilusiones y emociones. En uno de ellos, el centro educativo colocó como pórtico la celebración de la eucaristía, preparada con moniciones, peticiones y reflexiones finales por parte de todos. En la homilía, me pareció importante sugerir esos tres libros que no pueden faltar en la mochila de nuestros jóvenes: primero, el libro de los padres y de la familia; segundo, el libro de los profesores; tercero, el libro de los evangelios, sonoros altavoces de la presencia y de la palabra de Dios en el mundo de hoy. El libro de los padres nos ofrece su generosa acogida de los hijos, en aras de una total gratuidad, dedicados a su crecimiento y formación en todos los órdenes. Los padres nos enseñan a hablar, a rezar, a trabajar y, sobre todo, a amar, esa gran asignatura que aprendemos en casa. El libro de los profesores nos presenta su labor con tres grandes enseñanzas: la de aprender a estudiar, a saber, a adquirir conocimientos, poniéndole rostro a la tarea, mirada, voz y sentimientos. Lo decía hermosamente Gabriel Celaya en su poema sobre la educación: «Educar es lo mismo que poner un motor a una barca... / Hay que medir, pensar, equilibrar... / Y poner todo en marcha./ Pero para eso uno tiene que llevar en el alma / un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta... / Y un kilo y medio de paciencia concentrada». El tercer libro, para las personas creyentes, será el de los evangelios con la imagen del Crucificado como telón de fondo, enseñándonos que «el trono de amor de la cruz es la salvación del mundo», que «Dios es amor» y que «el amor sembrará de felicidad los senderos de la tierra». Tres hermosos libros en la mochila de nuestros jóvenes, sin olvidar nunca aquellas palabras de Albert Einstein: «La única manera de educar es dando un ejemplo, a veces un ejemplo espantoso».

* Sacerdote y periodista