Es observación trillada la ingente acumulación de esfuerzo y tesón requeridos para que el trabajo de un individuo o institución adquiera una reputación sólida, y la asombrosa facilidad con que se malbarata la empresa más empañada. Así fue siempre y así seguirá siendo hasta el fin de la aventura humana, si bien la salvaje competencia de la moderna construcción social determina que la conquista de la celebridad y el prestigio se ofrezca hodierno más ardua que nunca y más agible que en cualquier etapa del pasado la destrucción de famas y afanes.

Consideración, se decía, trivial, pero quizá de obligada referencia al hablar de amplio y positivo eco alcanzado en todo el país en los dos últimos decenios por la organización sanitaria cordobesa, sin duda, el buque insignia de la ciudad califal por los mares de la actualidad social española y la imagen más difundida de sus logros y realizaciones durante la última etapa de la vida nacional. En tan halagüeño horizonte un mínimo deber de pietas histórica --tan cultivada siempre por los grandes pueblos, como, por ejemplo, el romano en la antigüedad y el inglés en la contemporaneidad-- existe tributar un exvoto muy enfático y singular a la memoria de los pioneros, esto es, a los hombres y mujeres que en días de incertidumbre y celajes apostaron decididamente por el porvenir mediante la labor más ahincada y la esperanza más encendida. Probablemente, tal seria el método más adecuado y rentable de cultivar una memoria histórica hoy tan traída y llevada en nuestro país al viento de objetivos e ideas, a menudo, no confesables y con frecuencia dañinas a la convivencia en un régimen democrático.

Mas, evidentemente, a pesar de la noble preocupación por el presente y futuro de su patria --hipostasiada en ocasiones, acaso por su condición de melillense...-- de que, de modo invariable diera abundantes muestras el Dr. Alfonso Carpintero , no entraba en ella el polémico tema acabado de mencionar.

Sí ocupaban un lugar alzaprimado en su contenido la transformación y avance del país a través de un modelo equilibrado de la Medicina, en la que su necesaria socialización no conllevase la proscripción de su ejercicio privado. Y predicó con el ejemplo. Su benemérita labor en el Hospital Provincial, recordada con general gratitud por pacientes y discípulos, la compatibilizó con una consulta particular en la que atendía singularmente a amigos y enfermos de bien probada aprensión o prejuicio...

En la desnortada Córdoba de finales del novecientos, anclada en una tradición no vivificadora y cuya tierra prometida se situaba exclusivamente en el logro de una Sanidad de vanguardia, el Dr. Carpintero, de concepciones transcendentes e inclinaciones humanistas, dejó una estela de quehaceres profesionales del más alto gálibo, surco a su vez de la tarea admirable de sus antiguos "internos" y discípulos, entre los que el veredicto indeficiente de colegas y la no menos unánime e infalible opinión de pacientes y enfermos señalan como el más destacado y creativo al todavía joven Dr. Antonio Luque .

Sin escuela, cualquier magisterio queda, a la larga, yermo. Afortunadamente, el del gran traumatólogo recordado no correrá tal suerte.

* Catedrático