La política española está inmersa en una nueva era, ya no 2.0 sino mucho más allá, dados los profundos cambios que está experimentando en muchas de las aristas que la componen.

Posiblemente, una de las más importantes es la relativa a la regeneración política y al fortalecimento institucional de nuestros actores democráticos. La grave crisis de desafección institucional que viene asolando a nuestro país desde el estallido de la crisis económica ha golpeado duramente a los partidos políticos como principales actores de una democracia excesivamente cimentada sobre estos (con los riesgos que conlleva una partitocracia y una frágil sociedad civil); propiciándoles un descrédito e impopularidad nunca visto antes (barómetros del CIS). Los sucesivos gobiernos que han gestionado esta llamada crisis de reputación del sistema político han intentado, por todos los medios, revocar una percepción crítica de la política, o más bien de los politicos, que simplemente evidencia el profundo hartazgo social que tiene el ciudadano medio español de aquellos que están llamados a transformar la realidad social de un país con mucho potencial y recursos, y en definitiva, a mejorar la calidad de vida y crear nuevas oportunidades.

El expresidente Mariano Rajoy, que ahora vive una paz interior como pocos expolíticos en el ejercicio de su profesión como registrador de la propiedad, promovió uno de los proyectos legislativos más ambiciosos y comprometidos con la renovación de la vida pública y política: la Ley 19/2013 de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno.

Aunque el resultado final, como siempre ocurre, podía haber sido mejor, supuso un nuevo impulso en nuestro país para avanzar en lo que se conoce como la cultura de la rendición de cuentas de aquellos que gestionan lo público.

Como consecuencia de este nuevo marco legislativo que afecta a la práctica totalidad de entidades y administraciones públicas, pero también a los partidos políticos, los ciudadanos conocemos hoy, más que nunca, determinados aspectos fundamentales de quienes nos gobiernan (e.g. patrimonio, niveles salariales, agenda diaria institucional, etcétera). Otro aspecto, también relacionado con nuestra cultura política democrática (singular), es el interés que nos despierta conocer los currículos.

* Politólogo. Investigador FPI UAM & CSIC. Profesor Asoc. Univ. Carlos III de Madrid