Pocas horas después de las elecciones en Cataluña, había ya dirigentes de ERC preguntándose cómo era posible que fuera más rentable en número de votos la huida de Carles Puigdemont frente al sacrificio carcelario de Oriol Junqueras. Sorprende que aún haya casos en los que salir por patas reciba mayor premio que apechugar, ser coherente y no renunciar a tus principios bajo ningún concepto. Pero así fue. Desde el primer momento, dio la sensación de que los miembros de ERC, con su líder en una celda y con menos votos que el PDECat, andaban algo noqueados. Puigdemont también se debió de dar cuenta, porque creo que está tratando muy mal a sus anteriores socios y ellos se han dejado avasallar. Por ejemplo, Gabriel Rufián pasó de decir que no se puede tener un presidente por Skype a decir que su candidato era -sin matices- el líder de Junts per Catalunya.

Poco después, tuvieron que tragarse un sapo inaceptable cuando, ante las legítimas dudas de ERC por una investidura telemática, Puigdemont declaró que él prefería ser presidente antes que presidiario. Qué barbaridad. Qué falta de sensibilidad. Qué desfachatez. Lo siguiente fue exigir al republicano Roger Torrent que convocara el pleno de investidura. Y ahí se volvieron a topar con los tribunales. Entonces, Puigdemont exigió a Torrent que le amparara como presidente del Parlament frente a las resoluciones judiciales. Oiga, vaya usted desobedeciendo al Tribunal Constitucional, que ya si eso yo soy investido desde Bruselas. Qué falta de arrestos. El líder del PDECat quiere que todo el mundo arriesgue hasta el máximo, mientras él se deja ver de cañas en los bares belgas.

La generosidad de ERC

La situación, como casi todo en Cataluña de un tiempo a esta parte, es políticamente inédita. Dónde se ha visto semejante muestra de generosidad de un partido a otro, y más siendo ideológicamente opuestos. ERC ya ha dejado claro que está por la labor de apoyar la investidura de Puigdemont, si se puede. Ha respetado escrupulosamente los derechos del partido independentista más votado. Parece que Junqueras le deba algo a Puigdemont, quien recordemos que tampoco se ha salido de la tabla en las elecciones, que ganó Ciudadanos. Y cualquiera diría que Puigdemont está exigiendo a los republicanos que le salven del exilio con la investidura, como si eso borrara de un plumazo sus cuentas pendientes con la justicia.

El expresident de Cataluña está siendo tramposo y está siendo cobarde, porque está pidiendo a otros que tengan las narices que él no tuvo. Listo es un rato; tiene al Estado en jaque y revisando maleteros. Pero que no se descuide: ERC, aplazando la investidura sin avisar, demuestra por fin que no conviene subestimar al resto de jugadores.

* Periodista