Los políticos que solo se someten a los masajes de los suyos caen, inexorablemente, en el ensimismamiento. En realidad, en algo peor. Resultaba difícil no sentir vergüenza ante un Quim Torra acorralado por las preguntas que Carlos Alsina (Onda Cero) le iba formulando. El president de la Generalitat transitaba por el catálogo de frases hueras del independentismo incapaz de defenderlas. El único momento en que decidió ser pragmático y razonar por qué anhelaba una Cataluña independiente apuntó: «para tener una sanidad mejor, para tener una educación mejor, para tener las infraestructuras que no podemos tener, para asegurar las pensiones para nuestros mayores». Mientras, en el Congreso, ERC y PDECat tumbaban los Presupuestos socialistas que elevaban el peso del gasto social hasta el 57% del total.

Adiós a las partidas extras para combatir la violencia de género y la pobreza infantil, a las ayudas a los parados de larga duración, a la dependencia, al alquiler para los jóvenes, a la eliminación del copago, al incremento de becas... Adiós a 2.000 millones más para Cataluña. ¿Para qué quiere realmente Torra la independencia si cuando está en su mano la aprobación de medidas beneficiosas para los ciudadanos antepone el conflicto? Será difícil saber la respuesta. Básicamente porque los masajes periodísticos a los que está acostumbrado por los medios adeptos en Cataluña (no solo los públicos) están al servicio del ensimismamiento.

* Escritora