Desde Madrid me llega «re-rebotado» en las redes sociales un post contundente: «70 policías, calles cortadas y la catedral de Sevilla cerrada para la plebe. Los servicios públicos puestos a disposición de la boda de Sergio Ramos y Pilar Rubio. Y cientos de personas esperando como borregos para jalearles. País de charanga y pandereta». Y para rematar: «Esto cantaba Juan Carlos Aragón en 1999, cuando cientos de personas en Sevilla enloquecieron con la boda de Fran Rivera y la hija de la Duquesa de Alba. Han pasado 20 años y seguimos igual», decía incorporando el vídeo de Los Yesterday, que todo carnavalero en Andalucía ha cantado o ha hecho suyo en su corazón. Un servidor el primero.

Y bueno... ¿Es verdad? ¿Seguimos así?

Sí, pero no.

Por ejemplo: Francisco Rivera y Eugenia Martínez de Irujo se divorciaron en el 2002, y sin embargo aún hoy en día aquel pasodoble de Juan Carlos Aragón sobre los andaluces «desbaratados» con su casamiento pone la piel de gallina y es toda una invitación a reflexionar, con autocrítica, sobre cómo nos consideramos los andaluces, pero también sobre cómo nos tratan fuera a base de tópicos. Porque los vítores de los andaluces son explosivos, espectaculares... pero su memoria crítica es infinitamente más larga. Y eso creo que no se comprende desde fuera de Andalucía.

Además, en esos 20 años han pasado muchas cosas en Andalucía. No somos los mismos. Negar que son otros tiempos, aunque sobrevivan los tópicos, es no conocer a los andaluces, sufridores de viejos problemas (que no desaparecen) y de otros nuevos llegados con la crisis. Más aún, las locas redes sociales habrían hecho hoy en día que ese desbaratamiento de la gente ante una boda mediática se hubiera producido igual (o casi igual) en Sevilla que en cualquier sitio.

Pero será el pueblo el que realmente va a opinar sobre la boda de Sergio Ramos y Pilar Rubio, como pasó en el caso de Fran Rivera y Eugenia Martínez de Irujo hace 20 años. Siguiendo con el ejemplo: en el próximo carnaval con las chirigotas y comparsas de Huelva, Córdoba, Málaga, Sevilla, La Isla... Y, claro, de Cádiz.

¡Cuánta libertad para pensar y expresarse! Eso se mama en Cádiz, una ciudad con un alcalde, y hay que decirlo, con espíritu chirigotero, que indiscutiblemente tiene los pendientes bien puestos: exactamente uno en cada oreja.

Otra cosa es que, Carnaval aparte, y eso sí que sigue lo mismo después de 20 años, aún no hayamos podido transmitirle al resto de España ni desde la derecha ni desde la izquierda que la realidad andaluza es más compleja y rica que cuatro tópicos. Ahí sí que estamos igual.