Me llamó Pepe Campos para comunicarme que nos había dejado Tomás Egea (tío Tomás). El comentario de los dos fue el mismo al unísono: «vaya racha». Y es que, en unos días, se nos han ido, también, Pepe García Marín y Pablo García Baena, tres referencias de lo mejor de Córdoba. Tomás era o, mejor dicho, sigue siendo en nuestro recuerdo, una persona entrañable, dotado de un fino sentido del humor que plasmaba tanto en su conversación pausada, como en las caricaturas, de fino trazo y alegres colores, con las que nos deleitaba a todos, y, por último un artista de pies a cabeza, que disfrutaba y crecía personalmente con su trabajo.

En el mundo del arte y a lo largo de sus largos ochenta años, pocos palos no han sido tocados por Tomás. Ahora bien, tal y como le pasaba a mi padre (Paco Martín Salcines), era, ante todo, un dibujante nato. El dibujo era el armazón sobre el que construir ilustraciones, diseño publicitario (quien no recuerda el gordito de Bodegas Campos --«la felicidad estaba en la gordura y a fin de cuentas se trataba de anunciar un restaurante»-- o el Pimpi de Málaga), murales (Iglesia de Miralbaida y Facultad de Medicina de Córdoba), pirograbados (Banco Coca y hotel El Cordobés), cerámica (el revestimiento exterior de este último), vidrieras (Torre de la Barca, capilla de los Maristas, así como parroquias de Santa Luisa de Marillac o Inmaculado Corazón de María) y esculturas (Mascarón del reloj de sol del Palacio de la Merced y la escultura de acero inoxidable/cobre del Centro de Cálculo de Rabanales). Junto a las obras citadas, muchas otras se encuentran desperdigadas a lo largo y ancho de nuestro país. En palabras que le trasladó a Rosa Luque, en las páginas de este mismo periódico y del que era colaborador habitual, «es verdad que en mí funciona más el dibujo, aunque he hecho de todo. El dibujo te permite meterte en muchos tinglados, abarco muchas cosas porque son lenguajes distintos y a mí me gusta estar en todos».

Vino de Murcia; pasó por Madrid, donde se codea con Antonio López, Alfonso Fraile, Chus Lampreave, Jaime de Armiñán o José María Moreno Galván (que le abre las puertas de Blanco y Negro), hasta que se afinca en Córdoba, ciudad de la que se enamoró desde 1958. Aquí conoce a Equipo 57 (con Pepe y Angel Duarte e Agustín Ibarrola, vuelve a coincidir en París, años más tarde). El gran arquitecto Rafael de la Hoz reconoce en él su gran talento artístico y le abre las puertas para colaborar, tanto con él, como con Gerardo Olivares, Carlos Luca de Tena y Eleuterio Población. Como muchos cordobeses, en tiempos de sequía, transita por la Costa del Sol, donde encuentra a José Meliá, que le contrató para decorarle muchos de sus hoteles. Tomás disfrutaba de trabajar con arquitectos. En sus propias palabras, «el egocentrismo del pintor de caballete tiene que desaparecer. Cuando te conviertes en una ruedecita del engranaje es cuando te sientes feliz».

Su formación intelectual y compromiso social, nada desdeñables (era asiduo del Círculo Juan XXIII y buen amigo de Carlos Castilla del Pino), hace que colabore con escritores, poetas en su gran mayoría, y los que acompaña en las tertulias interminables del Bar Siroco, de la mano de Pepe Jiménez, o la de artistas plásticos de la Taberna La Verdad, dirigida por Angel López Obrero. Son los casos de Fernando Gutiérrez Alamillo, Sebastián Cuevas, Carmelo Casaño, Paco Solano, Carlos Clementson o José Manuel Ballesteros. Fue cofundador del Salón Córdoba y del Centro de Estudios de Artes Plásticas, así como Profesor de Decoración en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos Mateo Inurria, dejando un recuerdo imborrable en sus alumnos.

Tomás y Lola Valera (pintora también como él) han sido una referencia en el mundo cultural de nuestra ciudad, acompañados, en ocasiones, de su hija María Dolores. Su presencia era bienvenida, y, de no ser así, se les echaba en falta, en especial, por sus comentarios siempre certeros. Todo lo contrario de esas críticas sin fundamento de ciertos parroquianos habituales.

Este auténtico hombre del Renacimiento nos ha dejado poco antes de recibir el homenaje que el Ayuntamiento iba a ofrecerle en la Sala Vimcorsa. Sin duda, en la inauguración nos acompañará.

* Presidente de la Fundación

Bodegas Campos