En cinco minutos, Quim Torra tomó posesión como presidente de la Generalitat sin citar ni la Constitución ni el Estatut. Dice que será un president provisional en tiempos excepcionales. Es cierto que son tiempos de 155 y de grave crisis institucional. Pero no por ello Torra debería haber perdido el sentido de la institucionalidad, porque las instituciones representan por igual a todos los ciudadanos. Por eso, su toma de posesión casi clandestina ha sido su primer error, pues no se trataba de un acto privado, sino un acto institucional. Si, como dijo al prometer el cargo, el president se debe a la voluntad del pueblo de Cataluña, cabe recordarle que él se debe a todo el pueblo catalán, no solo a la mitad como indica su actitud, y desde luego no al fugado Puigdemont. Con el acto de ayer, la intervención de la autonomía a través del artículo 155 de la Constitución llega a su recta final. Mariano Rajoy reiteró ante Albert Rivera que cuando el nuevo Govern empiece a ejercer se retirará la intervención de la autonomía a no ser que vuelvan a darse ilegalidades. Hace bien Rajoy, con el apoyo del líder socialista, Pedro Sánchez, en resistirse a la extensión de la intervención que le reclama Ciudadanos. La situación es lo bastante compleja, y la crisis suficientemente profunda, como para dejarse llevar por impulsos. Será preciso estar vigilante y, por muy negativo que resulte el personaje de Torra, tender puentes para intentar normalizar Cataluña.