El pasado domingo 15 de diciembre el patrimonio de Córdoba vivió un momento inédito y de gran trascendencia en su historia reciente: el canal temático de National Geographic emitió en primicia el programa Córdoba, misterios ocultos, dedicado monográficamente a algunos de sus hitos y monumentos arqueológicos más importantes y en algún caso también desconocidos, que rodamos en junio de este mismo año un nutrido grupo de investigadores cordobeses con la colaboración de Arketipo Multimedia, convocados por Minotauro Producciones y Alejandro Palma Virrey a la cabeza, y dirigidos por Fernando González-Sitges, que tanto y tan bien ha trabajado con el cineasta cordobés Gerardo Olivares. Dio el pistoletazo de salida al proceso casi un año antes José Luis Martínez Carvajal, director del Área de Congresos del Instituto Municipal de Turismo (Imtur) y de la Córdoba Film Office, lo que viene a demostrar una vez más la importancia que este tipo de instituciones pueden desempeñar en la coordinación de esfuerzos y la optimización de recursos; de ahí la necesidad de un organismo único que aúne, coordine y planifique de forma conjunta todo lo que tenga que ver con el patrimonio de la ciudad en sentido holístico. Nos iría mucho mejor.

Un equipo profesional y respetuoso nos hizo el trabajo fácil; ello a pesar de que, si bien no es momento de entrar en detalles, Córdoba no siempre supo, ni con mucho, estar a la altura. ¡Nos queda tanto que aprender! Cuando alguien como NatGeo llama a la puerta, se deben poner a su disposición todos los recursos. Al fin y al cabo vienen a ofrecer un escaparate privilegiado de proyección universal; por más que en este caso el resultado final haya sido, como casi todo en la vida, matizable y perfectible. Al margen de reacciones envenenadas, sesgadas o malintencionadas, que se califican a sí mismas, sorprende en este sentido la respuesta de medios de comunicación y otras fuerzas vivas locales, alborozados por el estreno y por que se muestre al mundo la urbe antigua in situ y con ayuda de nuevas tecnologías; justo lo que venimos haciendo la Universidad de Córdoba y su Grupo de Investigación Sísifo desde hace una década. De hecho, mucho de lo que se muestra en el programa es, literalmente, material nuestro. Pero han de llegar de fuera para que de pronto descubramos y demos credibilidad a una forma de trabajar que aquí pasa desapercibida, a pesar de tanto esfuerzo. Ojalá sirva de algo.

El gran yacimiento arqueológico Córdoba se ha visto sometido en los últimos cuarenta años a cientos de intervenciones arqueológicas de gran alcance que, a pesar de las pérdidas, nos han permitido aumentar de manera exponencial el conocimiento sobre el mismo. Sin embargo, más allá de la generación de datos, muchos de los cuales duermen hoy el sueño de los justos en almacenes y estanterías a la espera de que alguien decida eventualmente fajarse con ellos (cosa poco probable), lo cierto es que la exhumación de restos no se ha visto en absoluto correspondida con la creación de tejido patrimonial, y después de invertir decenas de millones de euros en arqueología apenas contamos con algún resto más que en 1980. Y lo poco que se ha conservado, o no está visitable, o es un campo de jaramagos, o languidece en párkings públicos y privados, en un ejemplo paradigmático de lo que Patricia Monzo ha llamado «efecto sótano» y otros autores «rutas del despilfarro», por cuanto no tienen retorno social ni aportan nada a la herencia o los valores colectivos. Obviamente, no se puede conservar, ni tampoco musealizar, todo lo excavado; particularmente en los grandes yacimientos urbanos como Córdoba que continúan habitados después de miles de años acumulando estratigrafía, salvo que un plan director bien diseñado y sostenido por equipos multidisciplinares establezca con claridad las prioridades, programe las líneas de trabajo presentes y futuras, optimice los recursos patrimoniales, sociales y económicos, y contribuya a dar una idea completa, en el tiempo y en el espacio, de la ciudad histórica. Los archivos del suelo son manifestación material de un legado inconmesurable y finito, por lo que tan grave es no documentarlos con rigor ni revertirlos de forma integral al acervo colectivo, como destruirlos sin más o dejar que se deterioren por una conservación deficiente. En esto Córdoba es especialista. Necesita, pues, con urgencia cambiar su posición al respecto; que las instituciones responsables reaccionen tomando por fin la iniciativa. Se explica así la importancia y potencialidad extraordinarias de este tipo de programas, que, limitados por definición, muestran en formato accesible para amplios espectros de público una realidad desconocida para la ciudadanía en general, cuya actitud con relación a la arqueología sería hoy, con total seguridad, otra muy distinta si alguien, con afán constructivo, se hubiera tomado la molestia de acercársela.

* Catedrático de Arqueología de la UCO