La cabeza no entiende de épica y dice que en el fondo no son más que jóvenes sobrevalorados a los que les gustaría pillar más pasta en cualquier otro equipo. El corazón, en cambio, siente que estos jugadores han defendido su escudo enfrentándose a la más oscura adversidad con una mezcla de acierto y coraje digna de ser recordada.

La cabeza dice que Sergi Guardiola acabará volando cuando se materialice una operación decisiva para optimizar el balance financiero de la entidad. El corazón siente que de eso nada, que el delantero rechazará ofertas y seguirá escondiendo el balón en las áreas del Arcángel porque lo que ha vivido aquí no se paga con dinero.

La cabeza dice que el entrenador cuyo apellido se corea hoy con reverencial admiración probablemente sea destituido mañana cuando la cosa se tuerza. El corazón siente que la encomiable gesta de la salvación (solo para valientes) otorga a Sandoval un puesto eterno en el altar del cordobesismo y que este hombre de temperamento XXL al que no es fácil mantear nos conducirá con paso firme a la tierra prometida de la primera división.

La cabeza dice que el presidente elogiado unánimemente por su determinación y su sensatez acabará cagándola tarde o temprano cuando empiece a instrumentalizar en su beneficio la sociedad anónima de la que es máximo accionista. El corazón siente que por fin hemos dado con una persona responsable y solvente que pondrá en todo momento los intereses deportivos por encima del negocio propio, un tipo serio a años luz del siniestro buchaqueo de la era «González-vete-ya», nada que ver tampoco con el caudillismo mesiánico de la época Sandokán.

La cabeza dice que la gente ha llenado el campo porque las entradas eran muy baratas y que cuando se imponga la normalidad a las taquillas volverá a haber sitio de sobra en las gradas. El corazón siente que este proceso de huida del inframundo de la segunda B marcará un hito en la afluencia al estadio porque por fin hay cohesión entre directiva, vestuario y afición.

La cabeza dice que es un poco patético hacer la ola quedando decimosextos de segunda división y que probablemente jamás veremos al capitán del Córdoba levantar ninguna copa que no sea la de un trofeo veraniego. El corazón siente que después de este subidón ya nada será igual.

La cabeza dice que pase lo que pase tú vas a tener que levantarte el lunes por la mañana para ir a currar (eso con suerte), que hay un punto infantiloide en dejarse alterar el ánimo por el más opiáceo de los pasatiempos que atontan a la masa. El corazón, en cambio, bombea eufórico cuando Aguado marca el tercero contra el Sporting y brilla definitivamente la luz al final del túnel, cuando el talento del centrocampista más prometedor hace que un niño y un hombre convertido en niño sean capaces de tocar el cielo aunque no haya estrellas en el campo.

* Profesor del IES Galileo Galilei