Ya no contamos historias, las mostramos. Subimos imágenes a nuestras cuentas, sin texto alguno, si acaso un breve pie de foto, y dejamos que los demás rellenen lo que nunca vamos a contar. Sin darnos cuenta, estamos volviendo atrás, a la época en que una mano roja en la pared de una cueva simbolizaba no sabemos qué cosa, o a esa otra en que se instruía a los iletrados con imágenes de la historia sagrada. Así, ya que no podían leer, al menos se enteraban de que la vida era un valle de lágrimas y el paraíso estaba reservado para aquellos que lo aprendían enseguida. Además, con sus sermones los clérigos incidían en pintar los horrores que esperaban a los que no creyeran. Así, pintura y sermón contaban y mostraban, como ocurría hasta hace muy poco; pero ahora todo eso ha cambiado. Ya no vivimos para contarlo después, sino que primero hacemos la foto, luego la subimos, y después, quizá vivamos un poco, pero no mucho, hasta la siguiente.

‘Primum vivere, deinde, philosophari’, decían los clásicos. Y como todo lo clásico, lo hemos olvidado. Primero mostramos a los demás lo que vamos a comer en un restaurante y, durante la comida, atendemos más a los comentarios suscitados por nuestra imagen que a lo que tenemos delante.

De filosofar, ni hablamos, a no ser ese rollo profundo de frases sacadas de Internet. Y claro que una imagen vale más que mil palabras. Sin ir más lejos, ahí tenemos las fotos de Trump, a las que no hace falta añadir calificativos. O las de los homenajes de Barcelona. O las colas eternas de refugiados que estamos dejando caer en el olvido.

Mostramos y permitimos que nos muestren. Nos gusta la inmediatez. Y hemos dejado de contar. La lentitud de una historia ya no va con nosotros. Ese esfuerzo de buscar la palabra justa, el adjetivo exacto. El planteamiento, el nudo, el desenlace. Eso tan antiguo de organizar el mundo con palabras. Al principio fue el verbo. Ahora, la tiranía de la imagen. No sabemos qué nos espera al final, pero si seguimos así la mudez no deja de ser una opción recomendable.

* Profesora