Las Kalendas en Corduba MMXVIII, que empezaron ayer con la contemplación nocturna del firmamento romano desde el Jardín Botánico hasta el Puente de Ibn Firnás, significan el intento de aprobar hasta el domingo 11 la asignatura pendiente que la ciudad tiene con su pasado romano. Precisamente cuando el calendario español nos recordó ayer el intento de golpe de Estado de 1981, aquel día en que Tejero adornó el Congreso de los Diputados con los desconchados de sus tiros, y el día anterior nos sacudió con la muerte de Forges, el humorista gráfico tan unido a la Transición como las revistas Interviú y Tiempo --que también nos han dicho adiós en este 2018--, cuyos personajes son tan entrañables como Mortadelo y Filemón y su filosofía nos ha acompañado con las canciones de Serrat y Aute desde el comienzo de la democracia. Las kalendas, los calendarios, las agendas suelen ir unidos a fechas a las que se le quiere sacar el máximo partido. En este caso, aunque la oficialidad la ocupe el Ayuntamiento, el encargado de despertar a la ciudad de su sueño de olvido con respecto a su pasado romano es el arqueólogo Desiderio Vaquerizo, cuyo pertinaz empeño lleva ya tiempo cosechando frutos que van desde lo académico a lo social en una ciudad cuya Mezquita es su mayor atractivo arquitectónico. Hoy, por ejemplo, las Kalendas programan una ruta al yacimiento romano de Ategua, en Santa Cruz, pero también se atreven con la visita guiada «Corduba en la Mezquita-Catedral. Pervivencia de la ciudad romana en el edificio islámico». No hay que olvidar que después de los romanos, cuyos dioses eran como hombres y mujeres aunque inalcanzables, llegaron las religiones con un Dios del que algunos hombres --nunca mujeres-- se apoderaron, como ocurrió con el judaísmo, el Islam y el cristianismo, que en Córdoba habitaron la Judería, el Patio de los Naranjos y el Palacio Episcopal. La vuelta de Córdoba a su pasado romano, cuando sus murallas estaban en Ronda de los Tejares, los altos de Santa Ana, la calle Alfaros y la Victoria, cerca del Arroyo del Moro y de la Colina de los Quemados de Cruz Conde, me ha acercado a una ciudad cuya extensión podría ser la de mi pueblo. Eran, evidentemente, otras kalendas.