Para la ciencia no hay ninguna idea sobre el mundo que deba admitirse como un dogma. Todo está sujeto a las pruebas de la observación y la experiencia. Una teoría siempre podrá abandonarse y ser sustituida por otra que permita hacer predicciones más exactas y precisas. Por eso los científicos no «creen» en teorías, sino que solo las utilizan mientras les funcionan.

Curiosamente, sin embargo, la mente humana parece sentir la necesidad de disponer de una historia coherente sobre su mundo, independientemente de que esa historia tenga o no una base científica. La mente quedará satisfecha con una historia que explique sus experiencias personales y procurará hacerla coherente con el resto de las historias que maneja para explicar su mundo, o sea con su sistema de creencias. Este sencillo hecho explica por qué hay tantos científicos que compaginan su actitud científica con la creencia en alguna religión. Y también por qué hay tantas personas que otorgan igual o más valor a una teoría científica como la evolución o la cromodinámica cuántica, que a una creencia como el creacionismo o la peculiar idea de que la Tierra es plana.

La mente es tan simple en sus pretensiones y se deja engañar tan fácilmente que, a pesar de todos los argumentos y pruebas científicas existentes, e incluso teniendo la posibilidad de contemplar la Tierra en su brillante redondez desde la estación espacial internacional en tiempo real, aún hay personas que insisten en creer que la Tierra es en realidad un disco plano.

Los terraplanistas dicen que solo hace falta abrir los ojos y mirar el paisaje alrededor para darse cuenta de que la Tierra es plana. En su visión, la Tierra es un disco con un Sol y una Luna relativamente diminutos que giran sobre él como lámparas colgando sobre una mesa. En los mapas de una Tierra plana, el Polo Norte se sitúa en el centro del disco, los continentes y océanos se extienden hacia el exterior, y el Polo Sur no existe, sino que lo que sería la Antártida es una circunferencia de hielo en el borde del disco terráqueo. ¿Cómo puede una persona relativamente inteligente y razonable defender esto?

Según los terraplanistas, somos todos los demás los que estamos equivocados y no entendemos que somos objeto de una enorme manipulación. Las fuerzas gubernamentales promueven un modelo completamente ficticio del cosmos para ocultar la verdadera naturaleza plana de la Tierra.

Si bien hay gente que trata esta idea solo de cachondeo, hay miles de creyentes genuinos totalmente convencidos por una combinación de su propia intuición y una fe religiosa extrema. En realidad, el mundo de nuestro entorno inmediato parece bastante plano. Y la Biblia, interpretada literalmente, también sugiere en determinados pasajes que nuestro mundo podría ser una superficie plana cubierta por la cúpula del Firmamento. Mucho más recientemente, en el siglo XIX, John Hamden, en su obra La Tierra Plana, escribe: «Nadie puede creer una sola doctrina o dogma de la astronomía moderna y aceptar las Escrituras como revelación divina». Tiene sentido que la creencia de la Tierra plana se apoye en la Biblia, porque en el fondo implica creer en el creacionismo. Una Tierra en forma de disco no puede ser un objeto natural, tiene que haber sido creado, construido a propósito y sostenido por fuerzas que escapan por completo a nuestra imaginación y comprensión.

En el siglo XX, ya con la Era Espacial y los viajes a la Luna, los terraplanistas desarrollaron la teoría de la conspiración gubernamental. El programa espacial y todas las imágenes de la Tierra desde el espacio exterior serían parte de un complot científico para engañarnos. Da igual si resulta razonable o no la sola existencia y los fines de ese supuesto engaño. Al final, como ocurre con otras creencias de este estilo, lo importante para estos creyentes es la sensación de seguridad y autoafirmación que les da disponer de una explicación que encaja en su concepción general del mundo. Eso es todo lo que necesita una mente para sentirse bien.

* Profesor de la UCO