Es el mismo. Pero ha cambiado. Parece Ulises de regreso a Ítaca tras haber recorrido muchos senderos. Y, sin embargo, su viaje aún es de ida. Y las dificultades, las grandes, las de verdad, están a punto de comenzar. Pedro Sánchez, el presidente inesperado, parece consciente de la realidad compleja que ha decidido afrontar con papel protagonista.

La acción de este estreno transcurre en primavera, un tiempo habitualmente propicio para los comienzos. Por primera vez en esta primavera de 2018 una moción de censura ha tenido éxito en España. La Constitución del 78 tiene 169 artículos y 15 disposiciones más entre adicionales, transitorias, derogatoria y final. Pero, sobre todo en los últimos tiempos, parece que solo tuviera dos, el 135 y el 155 en los que PP y PSOE han estado de acuerdo. El 113, el que prevé la moción de censura, es un artículo tan constitucional y tan relevante como el que más, pero su aplicación supone siempre un radical desacuerdo porque es la herramienta de la que dispone la oposición para exigir la responsabilidad política del Gobierno. Así fue diseñada y así se ha aplicado en cuatro ocasiones (1980, 1987, 2017 y 2018), culminando con éxito solo la última de ellas.

Poco más de una semana después de la publicación de la sentencia del caso Gürtel, la historia de España ha vivido una aceleración prodigiosa que nos ha hecho sentir esperanza. Y, simultáneamente, una fluidez de certidumbre democrática que nos ha hecho sentir confianza. El resultado ha sido un hecho histórico: un cambio de gobierno. Como sociedad hemos pasado de estar abrumados por la corrupción, debatiéndonos entre el bochorno y la ira, a sentir alivio. La política ha cumplido su función, proporcionar certezas. Y su belleza. Siempre que la realidad se interpreta de forma honesta, con generosidad e inteligencia, la política permite cambiar esa misma realidad democráticamente y en beneficio de la mayoría.

Así, lo que era improbable se convierte en posible. Y empieza, además, algo nuevo, porque, como afirma Manuel Cruz, lo nuevo es, por definición, improbable. Y no es Lampedusa la que cambia, somos nosotros.

Esta aceleración no es casual, nada hubiera ocurrido con tanta rapidez si no tuviera explicación y anclajes en la realidad: la corrupción estructural que el PP estaba practicando en las instituciones, según describe la sentencia, es el detonante. Pero de fondo laten dos cuestiones que llevan demasiado tiempo sin resolverse: la desigualdad (de ahí las manifestaciones feministas del 8-M y los pensionistas en la calle, por citar los elementos más recientes del conflicto social) y la cuestión territorial: el PP ha gobernado España contra Cataluña y ahora tenemos un problema de Estado que implica no solo al ejecutivo sino también al poder judicial.

El alivio será fugaz o duradero. El cambio será superficial o estructural. Lo vamos a ir viendo en los próximos días. Sirvan siquiera como perspectiva algunos improbables recientes:

Hace una semana era improbable un gobierno de izquierda en España, las derechas (la vieja, la nueva y las territoriales) acababan de aprobar los Presupuestos Generales del Estado y formaban un bloque homogéneo de poder. La política económica primaba sobre la política social. Para que algo cambie en el poder, algo tenía que cambiar en el gobierno.

Hace un mes la palabra «plurinacional» era una amenaza de romper los sacrosantos cimientos del sepulcro del Cid. El centralismo no admite más mirada sobre el mapa que la suya. Pero el mapa no es más que una ficción de la realidad y ésta es mucho más compleja: ciudadanía, territorios, derechos, instituciones. Para que algo cambie en Cataluña, algo tenía que cambiar en España. La caída de Rajoy se concatena con el nuevo gobierno de Cataluña y la derogación del artículo 155.

Hace un año el PSOE vivía su particular catarsis: las bases respaldaban al secretario general que habían defenestrado algunos dirigentes aliados con poderes invisibles que escriben editoriales. Para sobrevivir, el PSOE se modernizó a sí mismo de la forma más improbable: con un cambio generacional y sin pedir permiso.

...Y Andalucía es también un ámbito donde ocurren cosas improbables. Por eso hay un principio que trasladar al nuevo presidente: para los cambios definitivos es imprescindible contar con Andalucía. Es probable que ya lo sepa.

* Analista política