Córdoba ha superado el verano meteorológico más caluroso desde que hay registros oficiales. Desde el 1 de junio al 31 de agosto la media de la temperatura entre los tres meses se situó en 28,9º, con el junio más tórrido de la historia y un mes de agosto con la media de las máximas también más alta: 38,7º. El 13 de julio, Córdoba marcó la máxima histórica, con 46,9º. Las consecuencias de un verano que además ha sido extremadamente seco, sin apenas lluvias, se están dejando notar en las reservas hidráulicas de la provincia, que se encuentran al nivel más bajo en nueve años. Con este panorama, en el campo se ha instalado ya el lógico temor a futuras restricciones que afectarían principalmente al riego. El impacto climatológico apunta hacia nuestra agricultura. El marco Montilla-Moriles ha adelantado las labores respecto a otros años y la previsión de la Junta es que culmine con hasta un 40% menos de uva, y podrían resentirse los cítricos. Es cierto que el sofocante calor se viene extendiendo durante más días en los últimos años, pero los problemas climatológicos en este 2017 también son singulares, y por lo tanto en la misma medida lo debería ser la reacción por parte de las instituciones públicas, obligadas a dar respuesta a un sector que es fundamental para la economía cordobesa. En escenarios como el que se abre es necesario articular fórmulas para que se salve el complicado bache que se avecina.