La cancillera alemana ha optado por permanecer sentada en los actos públicos. Puede que no revistan gravedad alguna los espasmos -tres episodios en menos de un mes, desde el 18 de junio-, pero resultaban conmovedoras las sacudidas de su cuerpo, mientras su mente y su voluntad, templadas en la fragua gélida de la RDA, trataban de aguantar el tipo apretando puños y mandíbula.

Los temblores, muy humanos y demasiado íntimos como para adentrarse en especulaciones, transcienden, sin embargo, a la simbología política: la era Merkel, que ya no concurrirá a las elecciones parlamentarias alemanas del 2021, toca a su fin. Mal que bien, y a pesar de las lacerantes políticas de austeridad, Angela Merkel ha sido la líder indiscutible de Europa en los últimos 14 años, la imagen de su continuidad y estabilidad. Mamá Merkel se marcha en el peor de los momentos sin que esté claro quién sujetará el cetro en adelante. ¿Emmanuel Macron? Improbable.

Tampoco ha sido muy edificante el espectáculo del reparto de cargos institucionales. La Europa más ultra (Hungría, Polonia, Italia y la República Checa) ha ejercido el derecho de veto contra el candidato socialdemócrata a presidir la Comisión Europea (el holandés Frans Timmermans), mientras el resto se apresuraba a negociar a puerta cerrada, como si fuera una feria ganadera, las cuotas de poder descabalgando a los así llamados spitzenkandidaten (los cabezas de lista de las últimas elecciones); el apaño no parece muy democrático que digamos.

La única victoria clara es la de Pedro Sánchez al colocar, si se confirma, a Josep Borrell como el nuevo jefe de la diplomacia europea.

Las peleas ideológicas, las divisiones entre familias y los (pequeños) intereses nacionales no son la mejor receta para entusiasmar a la ciudadanía ni para hacer frente a lo que tiene encima la vieja Europa: la guerra comercial de Trump, un Kremlin a su aire, los populismos xenófobos, la crisis migratoria, el cambio climático y el brexit a la vuelta de la esquina, el 31 de octubre, día de Halloween. Europa, susto o muerte. Esa es la verdadera tiritona.

* Periodista