El Partido Popular de Granada está empeñado en que Alberto San Juan se quede en Lavapiés. Se puede vestir este mono con otros ropajes y aludir al siempre interesante debate jurídico sobre los límites de la libertad de expresión --en este caso, de creación--, pero el mono nos saltará a los labios con desnuda certeza de censura en el arte. Algo así como lo que ocurrió en el Metropolitan cuando unas feministas enfebrecidas denunciaron un cuadro de Balthus, Teresa soñando, con una muchacha entreabriendo ligeramente las piernas, por favorecer la lubricidad con las adolescentes. No es lo mismo, pero es lo mismo. El grupo del Partido Popular en la Diputación y los representantes populares en Pinos Puente acusan a la institución y al Ayuntamiento de estar «al servicio de la ideología más radical y sectaria» por programar la obra Autorretrato de un joven capitalista español, escrita y protagonizada por San Juan. Según el portavoz Antonio Duarte, es un autor que «ha ofendido de manera muy grave a víctimas del terrorismo, a la Iglesia, al estamento judicial o a la policía», por lo que «su obra no debería tener lugar en un teatro público y sufragarse con dinero público». Sobre las víctimas, primera noticia: no me consta. Sobre lo demás, como cualquier espectador de teatro, lector o en definitiva persona mínimamente cultivada sabe, podemos diferenciar entre las obras artísticas y las opiniones de un hombre. Y más en el teatro, que es conflicto. He visto Autorretrato de un joven capitalista español en el Teatro del Barrio. Comparto varios de sus análisis. Otros no. Pero es un obrón que te golpea con saña en el estómago, con un aluvión de estudio y de interpretación que involucra al público en ese mismo esfuerzo sostenido. Una gran obra de un hombre del teatro, que es mucho más que un autor y un actor. La escena nos coloca frente a nuestros conflictos desde Esquilo, y no por acallarlos desaparecerán. Hay que entrar ahí para enfangarse, discutir y vivir.

* Escritor