Quizá entre tan elevados e incomensurables conflictos éticos, políticos y globales como los que copan la actualidad (cambio climático, formación del gobierno de la nación, independencia de Cataluña, brexit...) a veces convenga «bajar el balón al suelo» para tratar cuestiones más cercanas, aunque solo sea por no perder la perspectiva.

Y en esos temas de andar por casa, pero que tampoco carecen de importancia, me ha llamado la atención recientemente el que Córdoba, pese a estar consolidada como destino turístico de interior, vaya camino de quedarse como de las últimas de Europa en fijar una tasa turística, al igual que tienen en Alemania (el 5% de la factura, aunque depende del lander y la ciudad), Francia (desde los 0,75 euros en París hasta los 4 euros en Niza por huésped y noche), Grecia, Italia (la más elevada, con hasta 7 euros en Roma), Holanda o, más cerca, Cataluña y Baleares, ésta última desde el 2012 y cuya tasa se ha duplicado recientemente.

Y no se trata del simple agravio comparativo, de que a los cordobeses se nos quede en cierta forma cara de tontos cuando viajamos y vemos que con esta tasa contribuimos al gasto que los ciudadanos de París, Atenas o Roma realizan para mantener unas infraestructuras que el turista también utiliza, pero que nosotros se las ofrecemos gratis a quienes nos visitan.

El caso es que en Córdoba, el debate sobre la tasa turística tras posicionarse en contra los representantes de las empresas y del sector hostelero se encuentra paralizado, con solo la Federación de Asociaciones Vecinales Al-Zahara defendiendo que se reabra la discusión (no que se imponga de entrada, sino que se debata), todo ello sin que esté claro, para liarlo más, si son los ayuntamientos o las comunidades autónomas las administraciones competentes en esta cuestión.

Pero hay cifras que invitan a retomar la cuestión, por ejemplo, cuando se conocen los datos turísticos mensuales del INE, como las 179.803 pernoctaciones en Córdoba y provincia en septiembre, que a solo un euro por cada estancia supondría un dinerito con el que hacer muchas cosas en el municipio, y entre ellas mejorar el castigado Casco Histórico.

Cuestión de hablarlo, porque a fin de cuentas las mejoras en la ciudad con esas tasas (alcantarillado, más limpieza por parte de Sadeco, mejores autobuses, más policías locales, etcétera) no solo elevarían la calidad de vida del cordobés, sino que también irían en beneficio de los próximos turistas al permitir que les ofrezcamos una más bella ciudad y una mejor experiencia de viaje. Que no pocas veces el egoísmo, el pensar en uno mismo primero, acaba siendo muy generoso, justo y solidario. Lo dicho: cuestión de hablarlo.