José Luis Rodríguez Zapatero elevó esta palabra a los altares políticos. Frente a un José María Aznar autoritario y belicoso (tanto que nos llevó a la guerra de Irak), el político socialista se propuso ser el presidente del buen talante, del diálogo. Después se pasó de «buen rollismo» y negó una crisis que ya mordía, pero esa es otra historia. Los liderazgos son el reflejo del sentir de la ciudadanía en un momento determinado. A veces se prefieren con el grito elevado y el ceño fruncido. A veces, con la mano tendida y la sonrisa. Los primeros se eligen para los días difíciles o las conquistas. Los segundos, para vientos de paz. ¿En qué momento estamos ahora? Si miramos al trío de la derecha, andamos guerreros. Con una mano, apuntan a Pedro Sánchez. Con la otra, agitan la bandera del 155. También Pablo Iglesias está inmerso en la batalla, disparando contra medios de comunicación y banqueros. En Cataluña, basta mirar los elegidos por Carles Puigdemont y ERC al Congreso para ver pinturas de guerra en sus rostros.

Resulta balsámico jugar a imaginar una campaña con otros nombres en el cartel. Desde una Manuela Carmena a un Alberto Núñez Feijóo, desde un Pere Aragonès a una Neus Munté. Ninguno de ellos representaría una renuncia ideológica, tan solo otro... talante. Es posible que, entonces, los debates fueran eso, debates, no simples monólogos efectistas. Y que las provocaciones dejaran paso a los diálogos constructivos. ¡Vaya tontería eso del talante!

* Escritora