Y mientras fumo/ mi vida no consumo/ porque flotando el humo/ me suelo adormecer» cantaban Sara Montiel y, hasta hace unos días, el padre a quien la Audiencia Provincial de Córdoba ha retirado la custodia de sus hijos por ser adicto a la nicotina. No soy fumador; tengo la certeza de que el tabaco perjudica la salud, y reconozco que la prohibición de fumar en determinados lugares ha permitido que mi ropa no solo huela a tabaco. Sin embargo, pese a tan firmes convicciones, me acuso de que jamás he querido promover la lapidación pública de quienes practican el monopolístico vicio auspiciado, de forma hipócrita, por el Estado... del bienestar. Debo confesar que, en un primer momento, la noticia de tan polémica sentencia removió mi numantina vocación de abogado defensor, hasta el punto de considerarla absolutamente desproporcionada, pues no en vano la medida adoptada supone una severa restricción de un derecho (y un deber) digno de la máxima protección en nuestro ordenamiento jurídico. Tan precipitada reflexión --impropia de un letrado de toga en blanco y negro- dejó paso a otra más pausada, tras la cual advertí las bondades de una decisión judicial que libera al hijo adolescente de su condición de fumador exclusivamente pasivo, permitiéndole regresar al averno hogar paternal solo los martes y los jueves, tras fumarse de forma clandestina un par de pitillos en el portal de la que fuera su casa. A mayor abundamiento, la alegría que la humanidad puede compartir ante tan original pronunciamiento no debe quedar circunscrita a este episodio concreto, sino que surge un esperanzador escenario que posibilita la toma de decisiones que garanticen no solo la salud corporal de la prole, sino también la del alma. Así, me regocijo al pensar en el lloriqueo del padre ante la pérdida de la patria potestad por su impasibilidad frente a la negativa de su hijo a leer a Valle-Inclán; o el lamento de la madre que vio reducido su régimen de visitas porque sus hijas jamás oyeron la novena sinfonía de Mahler; o el rostro aturdido de los esposos al comprobar que su primogénito debe ser dado en adopción por contestar al asistente social que Tiziano es un cantante italiano de pop.

En un ejercicio de loable preocupación, concluyen los juzgadores que no podían permanecer indiferentes ante el potencial menoscabo de la salud física de los púberes. Perseveren. Ya han vaciado de humo los pulmones; ahora a por el serrín de los cerebros.

* Abogado