No habrá límite de suspensos para pasar de curso en ESO y Bachillerato, siempre que se acredite una «evolución global» que se ha puesto algo difícil con los chicos una semana en casa y otra en el aula

No todas las autonomías se han sumado de manera entusiasta a la gran fiesta de las calabazas patrocinada por la ministra de Educación Isabel Celaá, un Halloween en el que cabe elegir a la vez truco y trato. Las comunidades obedientes sí lo han hecho, de manera que los alumnos de ESO y Bachillerato podrán pasar de curso sin límite de suspensos. He leído todas las entrevistas de la responsable de la enseñanza de las generaciones venideras en las que explica por qué a tenor de la pandemia no importa aprobar las asignaturas imprescindibles y reconozco que no lo entiendo. Debe ser que catear refuerza el sistema inmunológico, o te prepara mejor para un futuro que apunta a la reconstrucción de una economía en ruinas con mano de obra barata. No pillo tampoco por qué reducir trampeando el número de repetidores es una medida progresista y de izquierdas. Me debe faltar una de esas «competencias esenciales» que marcarán la diferencia a partir de ahora, que no son exactamente conocimientos o incluso parecen incompatibles con ellos. Se promocionan criterios vagarosos para la promoción al curso siguiente que favorecerán que los estudiantes culminen su educación secundaria sin importar si saben hacer la o con un canuto, mientras acrediten madurez y otras habilidades como saber trabajar en equipo. Mal van a poder trabajar en equipo los chavales en estos tiempos de semipresencialidad, cuando estudian solos con su ordenador en casa la mitad del tiempo y no pueden juntarse con sus colegas. Y mal se podrá poner el foco en el aprendizaje holístico sin la presión de las calificaciones cuando solo verán a sus desbordados profesores una semana sí y otra no. No sé qué conclusión van a extraer los adolescentes de esta decisión de sus mayores que poco tiene que ver con la cultura del esfuerzo, la importancia de formarse para ser ciudadanos conscientes y el aprovechamiento de un tiempo fecundo como ningún otro en la vida, aunque sea en las presentes circunstancias adversas.

El mensaje de que no importa aprobar o no asignaturas nos llegó en una semana en la que también resultaría indiferente ganar o perder la moción de censura, doblegar o no la curva, recibir o no fondos de Europa para atemperar el desastre para las familias que se viene con este otoño. No veo cómo esta medida educativa va a influir de forma positiva en la enseñanza pública, que es la que la sufrirá y la que garantiza la igualdad de oportunidades porque en las matemáticas que yo estudié menos no es igual a más. Unos grados devaluados serán la antesala perfecta del acceso cada vez más difícil a la enseñanza universitaria. El esfuerzo que la comunidad educativa está realizando este curso especial merece mucho más respeto que medidas laxas como esta. Otros días vendrán, y otros informes PISA y tablas de abandono escolar con llanto y crujir de dientes, y volverán a saltar las alarmas y nos preguntaremos qué ha pasado, sin recordar que les enseñamos a los chicos la lección de que todo les tiene que dar un poco igual.

* Periodista