La estabilidad es hoy la mejor baza de la presidenta de la Junta de Andalucía. En estos momentos de convulsa vida institucional en España, no hay mejor trinchera que el gobierno de una comunidad autónoma con sus presupuestos aprobados y un clima social, si no tranquilo, al menos no desbocado en las reivindicaciones de los colectivos descontentos. Así, en el debate celebrado ayer en el Parlamento de Andalucía, que no era un debate del estado de la comunidad, sino una comparecencia a petición propia de Susana Díaz de acuerdo con su compromiso de comparecer dos veces al año, la frase de la presidenta «que las urnas nos cojan trabajando» es toda una declaración de intenciones: no habrá adelanto electoral, Andalucía irá a las urnas cuando toque, es decir, en marzo del 2019. Siempre y cuando no se produzca algún acontecimiento que lo altere, cabría añadir.

Su discurso de balance y proyectos ha sido una oportunidad para transmitir determinadas posiciones, como la insistencia en la defensa de lo público, el «blindaje» de los servicios de educación y sanidad, los reproches al Gobierno central por la atención a la dependencia (de la que la Junta aporta el 80% en lugar del 50% que le correspondería) , y su insistencia en el protagonismo de las comunidades autónomas --que no de los partidos políticos, en un claro mensaje a su propio partido-- en la reforma del sistema de la financiación autonómica. El discurso de Díaz encerró tantos proyectos --1.300 plazas de maestros, inversión en cultura y en sanidad, un nuevo plan de empleo-- que se diría de principio de legislatura, cuando el horizonte es de diez meses. Su anuncio de que comienza la redacción de los Presupuestos del 2019 vuelve a ser una insistencia en la clave de estabilidad.

El debate se desarrolló por los cauces previstos, con algunos momentos de tensión y llamadas al orden del presidente del Parlamento de Andalucía, Juan Pablo Durán. El portavoz de IU, Antonio Maíllo, fue quizá el más duro (le reprochó estar «haciendo anuncios permanentemente»), aunque, como siempre, el enfrentamiento con la líder de Podemos, Teresa Rodríguez, fue el más tenso, con los reproches habituales a la falta de colaboración con la izquierda y el tema de la corrupción, en el que se echa de menos una Susana Díaz que lo afronte abiertamente. Su «socio puntual», Ciudadanos, puso el dedo en una de las llagas: no se trata solo de financiación, sino de gestión y ejecución presupuestaria. Y desde el PP, Juanma Moreno la impelió a negociar los presupuestos del 2019, mantuvo su sospecha de adelanto electoral y añadió propuestas enfocadas hacia el empleo. La sesión, en suma, fue un repaso a la política andaluza en el que Díaz pareció sentirse cómoda, aunque no debe echar en saco roto los reproches sobre la necesidad de mayor eficiencia y menos triunfalismo, pues la realidad de Andalucía no es triunfalista.