Tantos años de perversiones, secretos y glamur sobre la vida sexual del gran masturbador, y ahora resulta que, como tantos señoritos de casa bien, podía haber mantenido relaciones normales con una chica del servicio. ¡Qué gran desencanto! La desolación nos invade. Dalí, enamorado perdidamente del joven poeta García Lorca; Dalí, el voyeur de manos ágiles en las orgías con jovencitos de ambos sexos organizadas con su amada Gala, de quien decía que solo pudo hacerle el amor los tres primeros meses de matrimonio, tanta aversión y repugnancia le causaba el coito. Dalí, de quién en sus memorias, la madame señora Rius explica que, para satisfacer los deseos más retorcidos de su cliente, tuvieron que llevarle a la cama un pato vivo. Él introdujo cuidadosamente su órgano en el orificio del animal y después se procedió a cortarle el pescuezo para mayor excitación del artista, quien sollozaba contemplando los desesperados movimientos del bípedo.

Aquí estábamos recordando el embalsamado Salvador Dalí que descansa en la Torre Galatea de Figueres, cuando la también figuerense Pilar Abel ha logrado que una jueza de Madrid ordene exhumar los restos mortales del pintor para comparar el ADN de ambos. Si se demuestra que Dalí era el padre de esta pitonisa en la televisión local de Girona, ella tendrá derecho a la legítima. La Fundación Gala-Dalí y el Ministerio de Cultura andan preparando un recurso para oponerse. Protegen tanto el eterno descanso del artista, como su propia fortuna, puesto que ellos son los únicos (por ahora) legítimos herederos del pintor universal.

A todos nos angustia que se remueva a los muertos. Cuando llegamos a este estado, merecemos el descanso. Eterno. Pero es mayor el derecho de los hijos en relación a sus progenitores. Y no vale excusarse con que fue cosa de una vez o de cien. Sería importante que los caballeros, se trate de pintores geniales, albañiles, médicos o mecánicos, tengan cuidado de dónde se meten. Lo agradecerán vivos y más aún muertos.

* Periodista @SilviaCoppulo