El surrealismo fue un movimiento artístico y literario que surgió en Francia hace un siglo, después de la Primera Guerra Mundial, y que se inspira en las teorías psicoanalíticas para intentar reflejar el funcionamiento del subconsciente, dejando de lado cualquier tipo de control racional. Ahora, el movimiento se revitaliza con su vertiente política, encarnada en la deriva catalana, donde el Parlament agasajó y homenajeó públicamente a los políticos condenados, quienes acudieron esta semana para jactarse de sus méritos y anunciar que volverán a cometer sus actos, usando como coartada su presencia en la comisión parlamentaria que investiga la aplicación del artículo 155 por el Estado. Una auténtica apología delictiva, tan descarada como consentida, con la que la pseudo república catalana enjuicia al Reino de España. Vivimos un auténtico pulso, donde o el Estado de Derecho acaba con esta situación o la misma terminará con el Estado.

Surrealista nos parece también que prófugos de la justicia española como Carles Puigdemont y Tony Comín, se presenten en nuestro país a unas elecciones, sean elegidos y ejerzan como eurodiputados entre Estrasburgo y Bruselas. El episodio de Quim Torra, ilustra otra imagen para las galerías de lo irracional. No solo por sus postulados xenófobos, sino también porque inhabilitado para toda clase de cargo público tras su condena por el TSJ de Cataluña al cometer un delito de desobediencia que fue reconocido por él mismo, cuya ejecución exigió la Junta Electoral Central y el Tribunal Supremo, ahora le retiren su acta de diputado autonómico mientras sigue ejerciendo su cargo de president de la Generalitat catalana, hasta la firmeza de la sentencia, con la complicidad y legitimidad del Ejecutivo.

Surrealista fue el referéndum del 1-0, o nos parece la Declaración de Barcelona de 2017, que parte de la defensa de un Estatuto Catalán aprobado al margen de la ley como corrigió el Tribunal Constitucional, y promete un modelo de estado confederal y asimétrico, donde los ciudadanos catalanes tendrán más prebendas y su propia capacidad de decidir, al margen de todos los españoles, además de su propio Consejo General del Poder Judicial.

Por eso, de la profesión estrella del momento en nuestro país, la de palmero al líder de turno para que no te caigas de la foto, hemos pasado a la profesión estrella del futuro, la de blanqueador que justifique el disparate. Hay blanqueadores de brocha gorda que ignoran la historia y el derecho, y otros de brocha fina que confunden la verdad con la mentira. Pero todos tratan de intoxicar a la opinión pública, ofreciendo apariencia de normalidad ante lo que resulta realmente un latrocinio y un escarnio continuo. Todo un ejército de blanqueadores en las redes sociales, en las tertulias televisivas, en las emisoras de radio, que nos preparan para lo que viene, «comulgar con ruedas de molino» que dice la expresión.

Dalí aportó al surrealismo el llamado método paranoico-crítico, consistente en la mezcla de imágenes creadas al azar con otras que le son obsesivas. La política española del momento ha patentado el método egocéntrico-paranoico-político, que consiste en trascender lo real a partir del impulso psíquico de lo imaginario y lo irracional para complacer a pocos a costa de muchos y asegurarse la poltrona. La mayoría de países democráticos europeos prohíben por ley a partidos separatistas, otros exigen para llegar al Parlamento estatal un mínimo de representación sobre el censo total; las cosas pueden ser de otra forma pero aquí estamos en el país de Don Quijote. Agárrense, que vienen curvas.

* Abogado y mediador