Cuando aquí en México conocimos el asunto de la carta de López Obrador al Rey y al Papa exigiendo disculpas, pensamos que algo estaba pasando, que era una cortina de humo para tapar algún asunto. Todos hemos creído en la sensatez de López Obrador desde que subió al poder, el presidente que prometió acabar con el narcotráfico, con la corrupción, con el paro, el que bajaría el alto precio de la gasolina. Es la esperanza de los mexicanos, del pueblo. Pero de repente salió la soflama del populismo y nos dejó atónitos a muchos. Nadie se creía la noticia. Ya vino por aquí el presidente Sánchez y le regaló a López Obrador el acta de nacimiento de su abuelo. Además se llama López de apellido.

No soy historiador y desconozco en profundidad lo que pasó en estas tierras hace 500 años, pero miras a unos y a otros, los ves comer, sonreír, hablar y es como si estuvieras en España. Hay una mezcolanza de razas, de apellidos, de costumbres, de caracteres, de pensamiento. Las iglesias están llenas, por eso le pide explicaciones al Papa. El mexicano es tan pícaro como el español y en los gobiernos, en las calles, en los bolsillos ajenos pasan las mismas cosas. No sé cómo se las ingeniaron tan pocos españoles para conquistar a este pueblo tan dispar, pero hay tanta españolidad y tanto amor a España que eso no se consigue masacrando a nadie, sino a través de uniones de parejas, de la mezcla de las razas. Algo extraño pasa que ni los que vivimos aquí lo entendemos. Ahora vayan a USA y pregunten cuántos indios se casaron con ingleses y cuántos indios quedan vivos de las tribus de apaches, comanches, etc.

El asunto del perdón es una gran patraña populista. Habría sido mejor reunirse, hablar serenamente y recordar con amor y con rabia o con reconciliación todo aquello que pudo pasar. Hasta el propio López Obrador dice que le pedirá perdón a los indígenas masacrados por el México de élite. La historia de la humanidad es tan cruel, tan miserable... que imagínense a los españoles exigiendo a Macron perdón por la invasión de las tropas napoleónicas hace dos siglos, que incluso puso a su hermano a regir los destinos monárquicos de España. Francia también invadió México y Estados Unidos lo sigue haciendo cada día.

Prueba de que esto es una maniobra de distracción es que aprovecha el ataque contra un supuesto país débil en la actualidad. Y el presidente mexicano jamás se enfrenta a Trump, que le quiere poner un muro gigantesco y que maltrata a los mexicanos actuales que cruzan la frontera, o no le exige perdón por haberle robado con triquiñuelas miles de kilómetros del territorio mexicano. Es imposible que lo haga porque le tiene miedo, pero exigir a la España actual que resucite a sus muertos reales para pedir perdón me parece un atropello. Si hay heridas que se abren es porque hay intereses que se cruzan.

Lo mejor sería resucitar a Hernán Cortes y juzgarlo y si hubiera que condenarlo, meter sus huesos en una cárcel de por muerte hasta que se convirtieran en más polvo aún. La verdad es que todo esto es absurdo. Vivimos en un mundo donde se abren heridas y se llora constantemente por los muertos de Siria, de Irak, de Vietnam, de Afganistán, de Palestina y nunca pasa nada. Y ahora, en un país donde el sueldo base no llega a los 4 euros diarios se le exige perdón al amigo, al aliado. Algo huele a podrido en la política y habrá pobres indígenas que apenas tienen para comer que se lo creerán. Esto es una manera de crearse enemistades con los amigos, porque de repente «hay heridas abiertas de la Conquista».

Como acaba de decir el Premio Nobel Mario Vargas Llosa, el único que debería pedir perdón es el propio López Obrador a los millones de indios marginados, pobres, ignorantes, explotados, que viven en México. Lo demás da vergüenza oírlo y así lo han visto muchos medios de comunicación mexicanos, que se han quedado atónitos con la carta al Rey de España.

A través de un Tratado firmado por México y la Reina Isabel II, el 29 de diciembre de 1836 se acordó «olvidar para siempre las pasadas diferencias...». El perdón ya se pidió, como se dice en el diario El Sol de México. Asimismo, en el Tratado se estableció de por vida una «amnistía general y completa para todos los mexicanos y españoles, sin excepción alguna, que pueden hallarse expulsados, ausentes, desterrados, ocultos, o que por acaso estuvieren presos o confinados sin conocimiento de los gobiernos respectivos». ¿Qué le pasa a AMLO? Necesita asesores en historia y en política internacional, eso es todo.

* Escritor y periodista