El nuevo capítulo independentista con el nombramiento de Puigdemont como candidato a presidir la Generalidad parece producir una especie de hartazgo o aburrimiento ciertamente exasperante. Es lógico, pues la condición humana en su aspecto más primario tiende a eliminar por la vía más expeditiva aquello que le molesta. Pero cuando se trata de un enemigo que intenta utilizar el terreno de las ideas, por más retorcidas que sean, siempre conviene combatirle con sus propias armas; aunque eso sí es nuestro propio terreno: el de la democracia y la Constitución. Y siendo así, no solo no debemos hastiarnos de la flema independentista, sino que justo en este momento en que de nuevo intentan volver a imponernos su doctrina, es cuando hemos de estar más alerta y tener claro de a qué nos enfrentamos. Estos que vuelven a utilizar el plebiscito democrático de las urnas y que se reiteran en la afrenta a la ley, para de nuevo ir con las mismas caras y los mismos argumentos a intentar dirigir no ya el destino de una comunidad autónoma como es Cataluña, sino el de España, de lo que realmente nos están hablando es de supremacismo. Ya no estamos en el independentismo exacerbado o el secesionismo. No. Lo que hay detrás de todo esto es una creencia, con su teoría y su doctrina de que un grupo es superior a otro. Pero claro, como todo en la vida tiene sus grados y el supremacismo también los tiene. Y al que nos enfrentamos no es al moderado o indiferente, sino al radical, que no es otro que aquel que pretende tener el control en todos los órdenes, interviniendo en contra de la ley si es necesario, para imponer sus propios intereses sobre los intereses ajenos. Y esos intereses no son sólo los de la otra parte constitucionalista de Cataluña, sino los de todos y cada uno de los españoles.

Los grandes supremacistas de la historia casi siempre ha sido los más frikis en cuanto a su aspecto y actitud, y eso ha hecho que demasiados no se los hayan tomado en serio. Esta regla se cumple en este caso, pero eso no le quita ni un gramo de peligro a este supremacismo.

* Mediador y coach