Según definición de la RAE, la palabra supervivencia significa vivir con escasos medios o en condiciones adversas. En estos días, asistimos al gran invento de una cadena, que se jacta de las mejores cuotas de pantalla, y que, como creo que todos sabemos, se trata de colocar ante nuestra tonta expectación a un grupo de personas famosas, jóvenes y fuertes en una isla paradisíaca, rodeadas de atención invisible de medios de todas clases y que, al parecer, pasan algo de hambre, pero que se dan la gran vida, tumbados, nadando, etc. y que, antes o después, todos se llenan los bolsillos, no precisamente de caracolas, sino de buen dinerito. Y, claro, yo a su lado soy más que superviviente por muchas razones, pero no pienso precisamente en mí, ¡qué va!, pienso en tantos mayores -ancianos- que viven en soledad, sin poder pagar sus medicamentos, sin poder pagar la luz de un mínimo ventilador en estos días abrasadores, con goteras chaparrones, por todos lados, sin fuerzas para salir a comprar un bollo de pan... Y pienso en los niños del mundo, también de España, que pasan hambre de verdad, que comidos de moscas sufren enfermedades y mueren, y pienso en maestros y niños de nuestras escuelas que, en los rigores del calor, se tienen que regar literalmente, para poder sobrellevar las altas temperaturas, encerrados en aulas sin ningún tipo de refrigeración, y pienso en los enfermos que metidos en camas se asfixian porque el paro o bajo sueldo no les alcanza ni tan siquiera para lo básico... Pienso, y no acabo, cuánta supervivencia a mi alrededor y no obstante los focos miran para otro lado. Erich Fromm dice: la supervivencia física depende de un cambio radical del corazón humano. Y yo digo, hoy más que nunca, a mi parecer, el corazón humano y los cinco sentidos están fijos en el poder, la competitividad, el dinero y en la caja necia de la tele.

* Maestra y escritora