Cuando Vox irrumpió con Abascal, tocó la fibra de muchos españoles. Eso de que a un vasco se le cayera la baba hablando de España, gustó. Y más si había hecho frente a la banda terrorista ETA. Con Vox, muchas españolas y españoles, lo mismo que ingleses y franceses, pudieron gritar sin complejos que viva su patria sin que fueran tachados de fachas. Creo que ese fue el secreto del éxito. Sin embargo, también creo que la evolución de este partido está virando tanto que puede llegar a escorarse por culpa de uno de sus capitanes, el exjuez Serrano, que se está encargando de limitar el discurso a un alegato contra la Ley de Violencia de Género. Lo más delicado de un partido de éxito rápido es que no analice bien a los candidatos y que cuando se dé cuenta de un error sea tarde por mucho que se empeñe en enmendar borrando mensajes. Porque lo escrito, escrito queda, aunque lo modifiques. Es como cuando se te pega el potaje e insistes en echarle agua con el resultado, no solo de que el potaje sigue pegado, sino que ya da hasta asco probar el potingue resultante. Para hablar de violencia de género no hay que partir de odio sino de que lo que más se repite en la sociedad, no son las denuncias falsas sino millones de historias de amor entre los hombres y mujeres. El exjuez Serrano, desde el principio parece un Superman contra las féminas y se lo hemos consentido por aquello de la libertad de expresión. Pero es que ya con los comentarios a la sentencia de La Manada ha tocado hueso. Él dice que esta sentencia hace peligrar la independencia e imparcialidad judicial. Pero es él mismo el que tendría que ponerse un puntito en la boca; un cargo del poder ejecutivo no debe cuestionar al poder judicial porque ello va contra la efectiva división de poderes. No entiendo como un exjuez puede decir algo así como que el Supremo ha prevaricado porque ha agravado una pena cuando procesalmente no puede hacerlo. Eso es falso; la Segunda Instancia no puede tocar los hechos probados de la primera sentencia (a no ser que signifiquen un disparate) pero sí la calificación jurídica cuando no es acertada. Y si esta nueva calificación prevé pena más grave no hay más remedio que aplicarla. Podrá gustar más o menos, pero es procesalmente viable. Que esto no lo sepa un juez no me entra en la cabeza. Y cuando un técnico en la materia opina en contra de la materia de la que es técnico, es que ya no razona, sino que está dirigido por el fanatismo. Un fanatismo provocado por sed de venganza de una situación personal. Conclusión: participar como colíder de un partido de finalidad colectiva para dar cobertura a una revancha personal no tiene nada de heroico sino de una clara intención políticamente fraudulenta.

* Abogado