Siempre son provechosas y altamente loables las aportaciones al conocimiento historiográfico desde los distintos cuadrantes de la actividad intelectual. La parcela periodística con caracteres salientes. Tanto es así que, como se recordará, a algunos de los más destacados historiadores de la antigüedad se les ha considerado como pioneros del estudio riguroso de los acontecimientos de su tiempo, a la manera, v. gr., de Tucídides.

Quizás, con todo, haya algo de licencia o de excesiva libertad terminológica al pensar y actuar así. Mas, en cualquier caso, estimar al periodismo y, en especial, a parte de sus cultivadores más sobresalientes como cooperadores eminentes y, a las veces, indispensables de los profesionales de Clío es una consideración que no admite rechazo. Los ejemplos surgen a bandadas en casi todos los campos de la reconstrucción del más próximo ayer en los diferentes terrenos de su análisis. Incluso en ciertas parcelas contamos (más en el extranjero que en España...) con obras que se han erigido a justo título como clásicas.

Empero, en alas de un movimiento cultural en completo auge hodierno emerge en nuestro horizonte editorial más inmediato una corriente que puede zocatear en el porvenir más cercano sus serondos frutos. Las monografías, los reportajes y ensayos circunscritos a una materia y tiempo bien delimitados y nunca de extenso paralaje son, en verdad, el ámbito por excelencia de tales incursiones historiográficas a cargo de plumas periodísticas. Las síntesis de amplia cronología, las visiones generalistas no se acomodan, por el contrario, a los afanes y estudios de aquellas. La lógica más determinante así del oficio como de la naturaleza propiamente cultural lo visualiza con toda nitidez. El tiempo corto constituye el patrimonio reservado del periodista; el largo, del historiador, sin que haya que buscar fricciones entre sus fronteras, sino todo lo contrario.

Se comprende bien, sin embargo, la atracción ejercida por este último sobre el ánimo de no pocos cultivadores del periodismo, asistiéndose con frecuencia, como se decía, en nuestros días a dicho fenómeno. En ocasiones, el lance ha tenido lugar después de una atrevida descubierta o incursión por periodos de innegable trascendencia en la formación de la contemporaneidad nacional, como, por ejemplo, la larga, interminable crisis del Antiguo Régimen o la etapa de la primera dictadura militar del novecientos hispano. Estimulados por una crítica a menudo favorable y una conducta editorial de antenas mediáticas muy sensibles, los autores de tales trabajos se adentraron --y adentran...- sin solución de continuidad en las áreas de las síntesis de grandes épocas o de temáticas de muy vasto radio. De modo casi indeficiente, el éxito no les acompañó en su audaz objetivo, con resultado poco aprovechable para el ahondamiento o desciframiento de las claves principales de la identidad histórica española.

No, por ello, empero, su aventura merece escarnio o menosprecio. En pro del desarrollo cultural, necesitado tanto de la divulgación como de la investigación más acribiosa, debe alentarse, mas con permanente ejercicio y vigilancia de las inflexibles normas del trabajo intelectual, en el que no hay hueco para la improvisación o la ligereza.

* Catedrático