África se nos coloca en el mapa de la actualidad mediática estos días por dos hechos que constituyen la cara y cruz de una misma realidad. De un lado, los focos se proyectan sobre la reciente concesión del premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional a las entidades Amref Health Africa y Amref Salud Africa-España. Organizaciones sin ánimo de lucro que llevan muchos años trabajando con el objetivo de proporcionar atención quirúrgica de calidad a las poblaciones más remotas y desatendidas del este de África, contando con el servicio de avionetas-ambulancia para llegar a zonas inaccesibles, que han atendido a millones de personas en 30 países, formando a miles de trabajadores de la salud de dicho continente, y que este año incluso han inaugurado una Universidad para la formación en carreras de la salud. Sobre las luces de este justo reconocimiento, se proyectan las sombras de quienes persiguen como criminales a quienes pretenden salvar del foso de la muerte a esas mismas personas que navegan a la deriva en alta mar, y que ha llevado a numerosas entidades de voluntarios a retirar su personal y embarcaciones, ante la persecución de autoridades griegas e italianas, bajo el mandato de la UE. Ahí están como ejemplo los 3 bomberos sevillanos de la ONG Proem Aid que han soportado en Lesbos un proceso judicial o el barco de la entidad Pro Activa Open Arms acusado de fomentar la inmigración ilegal y violar los acuerdos internacionales por salvar 216 vidas frente a las costas sicilianas.

En los últimos 4 años han perecido ahogadas más de 14.000 personas en el Mediterráneo según Naciones Unidas. Y en cumplimiento de los acuerdos europeos se está persiguiendo como delincuentes a quienes pretenden auxiliarlos. Una barbaridad que nos deshumaniza. El año pasado llegaron a las costas de nuestro país 28.000 personas en pequeñas embarcaciones y 200 perdieron la vida en el intento, de los 3.200 que murieron en todo el Mediterráneo ese año. Este año, el incremento de pateras según Frontex es del 34%, y ya han perdido la vida casi 100 personas por llegar a nuestro suelo. Todas, historias de hombres, mujeres y niños, de padres y hermanos, de luchas y esperanzas, que terminaron empujados entre la miseria y las mafias, frente a la mirada impasible, insensible y condenatoria del resto del mundo, que clasifica en categorías más o menos valiosas la vida humana según la partida de nacimiento y su cuenta. Europa no tiene que construir ese muro de los EEUU que nos avergüenza, porque ya tiene una fosa enorme que le hace las mismas funciones. Pero es que además, Europa persigue y criminaliza la solidaridad del samaritano, en defensa de unos valores hipócritas y cínicos que, a la par que defiende con solemnidad la dignidad de la persona, la condena a muerte, financiando a regímenes corruptos para que no dejen salir de su suelo a dichas personas, no para que vivan dignamente. Y lo peor, es que nos hemos acostumbrado a ello sin pestañear, desde nuestra zona de confort, tranquilizando nuestras conciencias en la creencia de que no hay otra solución, como si Africa fuera un inmenso campo de concentración que, salvo para la explotación de sus recursos naturales, de nada nos importa.

Levanto la voz contra esta barbarie atroz, por mucho que quiera parecer educada y refinada, justificada en tratados e intereses superiores, porque es moralmente condenable e incompatible con los ideales de una sociedad humana. A la vez que mantengo la esperanza en la bondad, en la justicia, y en el coraje de esos 3 bomberos españoles, de Pro Activa Open Arms, en el trabajo de Amref Health Africa y Amref Salud Africa, en las convicciones insobornables de cordobeses como el obispo Juan José Aguirre y tantos otros que son ejemplo y guía de que otro mundo sí es posible y necesario.

* Abogado y mediador