«Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace...». Con esta bonita frase perteneciente al libro Pedro Páramo, comenzó el homenaje que la Asociación Literaria Hasday le ha dedicado al escritor Juan Rulfo en el centenario de su nacimiento. Se pronunció una conferencia en la que se concluyó que a veces la obra de Rulfo no había estado suficientemente reconocida, y se abordaron las tres facetas principales en torno a las que se conforma su obra: la literaria, en la que se leyeron varios relatos de su libro El llano en llamas, se debatió ampliamente sobre su importante producción fotográfica y finalmente la de guionista. Pero el eje central del acto fue la presentación del libro titulado El vértigo de la libélula, de la escritora Rocío Biedma. Ella tiene muchas cosas en común con Rulfo y admira su obra. La cultura pasa por momentos difíciles, por eso debemos apoyar siempre la creación cultural y a quienes dedican su vida a ella. Es el caso de Rocío, que vive profundamente enamorada de la poesía, para ella escribir es sinónimo de vivir. Sus textos están cargados de ávidas, subyugantes y profundas reflexiones, a veces con sabor a azúcar amargo. Adora la palabra con su música, su silencio y su color, que da vida a su universo, el mismo que ella habita con su voz. Rocío presta sus ojos a la poesía y sobre la cimentación del cielo moldea y construye su realidad escondida en cada letra. «Me duele que tanto amor/ no fuera suficiente/. (...) Eres la memoria de mis labios/. (...) Por instantes, desecha, atardecida,/ callada y sola». Pocas cosas me producen más placer que leer, escribir y observar el vuelo de la libélula, pero reconozco que cuando leo a Rocío Biedma entro en otra dimensión...

<b>Pilar Redondo. Escritora</b>

Córdoba