La vida exige a veces describir expresamente la belleza para que la contaminación de lo adulterado no cause males mayores. Porque belleza es la antigua sala capitular del convento de San Pablo, ahora un espacio en el que habita y se muestra desde hace unos años la cultura de Córdoba. Por la zona por donde vaga la hija del corregidor desde los tiempos de las leyendas, casi en la portada del palacio de los Villalones, en el huerto de Orive, donde la aristocracia se unía en un jardín oculto con los clérigos del convento de San Pablo, se expone estos días, hasta el 19 de noviembre, la sonrisa de Manolete, el torero de la ciudad. No hay que ser de Manolete o de los toros para que te atraiga una figura como la de este torero cordobés que construyó su historia con Lupe Sino, su novia, e Islero, el toro que lo mató en Linares en 1947, según detalla la caricatura de Pedro Espinosa. Manolete es una figura histórica, una leyenda y un mito que atrae a no aficionados como al catalán Alfons López, autor de El solar, una novela gráfica en la que Hemingway habla del torero. Treinta y ocho caricaturas de Manolete, que daba para estos retratos por «su característica mirada, de ojos saltones, párpados caídos y su prominente nariz y cicatriz junto a la boca…», según el caricaturista cordobés Moi, que Marrugat completa con «su tancredísimo valor en su triste figura, ornada con una napia digna de la tierra de Sión, además de unos párpados como marquesinas».

Suenan las campanas de San Andrés o de San Pablo en esta tarde casi de agua en la que se ve el cielo tocado de nubes mientras las golondrinas se despiden del anochecer con su canto de pájaros camino del nido. Como pinta Anthony Garner a Manolete in the sky, en el cielo con Tauro para siempre, o como lo hace el cordobés Pepe Farruqo en The Manolete magazine gentleman, «un modelo de cómo afrontar y enfrentarse a la vida con torería y valor pero ante todo… de punta en blanco y sin ápice de arruga en el vestir».

Desde este jardín-huerto se ve la torre de la iglesia de San Andrés, que contempló Manolete, «uno de los hombres más elegantes de su tiempo», según Jordi March, al que ahora han vuelto a inmortalizar 11 caricaturistas catalanes, 5 cordobeses, 2 sevillanos, 2 argentinos, 1 linarense y gentes de Asturias, Inglaterra, León, Francia, Alicante, Madrid, Murcia, Teruel, Portugal, País Vasco y Logroño… por Orive, donde habita la belleza.