Las conclusiones del Congreso Internacional de los Patios de Córdoba, presentadas hace unos días, pero que todavía están pendientes de elaboración y estudio, inciden en lo que a primera vista parece el principal problema de esta bella tradición cordobesa: el relevo generacional. En realidad, el citado congreso ahondó en el análisis de un factor de sobra conocido. Esas mujeres que pasaban la vida en su casa, y que tanto tiempo dedicaban a las mil actividades que requiere un patio, son las artífices de la maravilla vital que son los patios cordobeses, y que, con la declaración de la Unesco y la avalancha de visitas, se han convertido en lugares cada vez más difíciles de gestionar. Falta, utilizando el símil jardinero, savia joven que tome el relevo de esas sabias manos, pero la vida ha cambiado. Los jóvenes que tienen trabajo desarrollan largas jornadas, los que están en paro se marchan, o no conciben dedicar su tiempo a las macetas. Las instituciones y las asociaciones de cuidadores buscan fórmulas para fomentar el relevo, y todo apunta a que a que los patios tendrán que organizarse entre ellos, tejer redes de ayuda, y quizá profesionalizarse, lo que conlleva el enorme riesgo de perder identidad. El problema requiere soluciones complejas, imaginativas y pensadas a largo plazo.