La pasividad con la que Córdoba asume su realidad socioeconómica es, a veces, más escandalosa que esa misma realidad, si es que de verdad responde a lo que dicen los estudios y estadísticas. Y debe responder, pues la misma hipotética capacidad de ocultar datos o de tener un mundo de supervivencia económica al margen de la oficial la puede tener cualquier otra zona de España, con diferencias que no deben ser tan grandes como para alterar la estadística. La última estadística del INE nos dice que en el 2017 Córdoba fue la ciudad con más paro (una tasa del 33,2%), y que entre los quince barrios más pobres de España hay cuatro que se sitúan en la capital. La zona más pobre es la de Azahara-Palmeras, en el quinto puesto de este ránking nacional. Las otras tres señaladas por el INE son Polígono Guadalquivir, Sector Sur y El Higuerón-Majaneque-Alameda del Obispo. Todas ellas tienen una media de rentas entre 6.000 y 7.000 euros por habitante, frente a otros barrios en los que el dinero disponible oscila entre los 13.000 y 15.000 euros.

La respuesta de los políticos del Ayuntamiento a estos datos ha sido de manual. El PP culpa a la inacción del gobierno municipal, y el equipo de PSOE-IU a la baja inversión del Gobierno en nuestra provincia. ¿Nada más? Nada más. Las voces que llevan muchos años alertando a Córdoba de la necesidad de implementar nuevos modelos productivos, las que claman por el desarrollo de nuevos proyectos, las que advierten de que los jóvenes se marchan por falta de horizonte, no son escuchadas. Nuestra sociedad está acomodada en un conformismo fatalista que va mucho más allá de los políticos, y que nos atañe a todos los cordobeses. Se echa en falta energía en la defensa no solo de más inversiones públicas, que también, sino de nuevas iniciativas. Y necesitamos más espíritu de servicio para que la unión en torno a objetivos comunes de progreso venza la inercia del enfrentamiento paralizador.