Extiende su niebla en todo lo que vivo, y me hace creer que soy libre porque voto o pienso o incluso vocifero; y me deja soñar que son míos su tiempo y su poder para administrar mi felicidad y mi esperanza. Es el gran él, el gran oculto, el Sistema; me atrapa, me envuelve, me anonada, para que cuando sea consciente de cómo me aniquila, si es que alguna vez lo soy, ya no tenga tiempo, ni salud, ni libertad. La mañana del lunes volví a sentir sobre mi corazón su poderoso aliento. Fui a comprar un recambio para mi bolígrafo, ¡un simple recambio que no llega a tres euros! No había ese recambio.

El Sistema abre su pantalla y me solicita los datos, para avisarme cuando llegue. Busca mi número de móvil. Le contesto que no tengo móvil. No quiero que mi intimidad caiga en manos de esa niebla. Entonces el Sistema detiene su simulada sonrisa humana, se pone serio en su rictus de muerte, se mesa con fruición la barba de cadáver y me dice que sin mi número de móvil no puede pedir mi recambio. Yo se lo soluciono con que le doy mi número de teléfono fijo y que me deje el aviso en el contestador; él, que eso no es posible; yo, que me diga cuándo llega mi recambio y me paso a recogerlo; él, que eso no es posible; yo, que anulo el pedido; él, que eso no es posible, que tengo que perderme en su laberinto: mi imprevisto no está previsto en lo previsto según lo previsto; yo, que eso es kafkiano; él, su ojo ahuecado en los cuévanos de su poder ante el palabro indecente. ¿Cómo resuelve lo imprevisto que yo, su hormiga, he provocado? Engaña al programa: da su número de móvil, y tengo que pagar por adelantado mis tres cochinos euros. Me entrega un resguardo. ¡El artilugio del Sistema!: sepultarme en papeles.

Me voy masticando el acre de otra mañana, tristeza, nubes, más otoño; me voy aplastado por el Sistema, que me barre, y me hace masa, y me amasa, y me mete en su molde, y me obliga a apretarme hasta que me sienta nada frente a su asfixia, que no deja de tasarme desde su oscuro ojo de millones de pantallas. Y mientras yo me creo libre, él, en un despacho, en un rostro, en una mente, me estudia, me analiza, me diseña para quitarme la vida y así vivir tras su inanidad. Es el Sistema, el ente invisible dirigido por los invisibles. Para mí, otro lunes, otro otoño, otra nada.

* Escritor