El Día del Orgullo sin orgullo comenzó con la campaña de agresión y acoso contra las mujeres de Ciudadanos que se dieron un garbeo por el fiestón arco-iris de la pluralidad. Resulta que la pluralidad valía para todos, menos para las de Ciudadanos. Por eso la Fiscalía ha presentado en los juzgados de Madrid una denuncia por coacciones en la última manifestación del Orgullo LGTBI, con mujeres de Ciudadanos poniendo pies en polvorosa para que no las convirtieran en polvo, porque algo de eso había. Y el feminismo enmudeció: se ve que las agresiones contra las mujeres no computan fuera de la izquierda. Para el Ministerio Público hubo agravante por «discriminación por motivo ideológico», muy evidente. Todo comenzó con la denuncia por amenazas, injurias o delitos contra los derechos fundamentales presentada por Albert Rivera, cuando aún era el hombre que podría reinar en el centroderecha, adjuntando imágenes de la manifestación y enlaces a vídeos. En las pancartas podía leerse «Ciudavox», «El Orgullo no se vende», «Capitalismo es LGTBIFOBIA», «Subrógate tú» y «El cuento de Ciudadane». Más allá del ingenio inexistente de los autores, o autoras, de los lemas -la mediocridad también es paritaria- tenían derecho a enarbolarlos; un derecho no menor que el de cualquiera a pasear por la manifestación del Orgullo LGTBI sin que le escupan. La Fiscalía no ha podido centrar en nadie la organización del acoso. Recuerdo, eso sí, unas declaraciones de Sofía Castañón, de Podemos, que me chocaron mucho: «Algunos partidos tienen que reflexionar con quiénes van de la mano y por qué estas reacciones, porque esto antes de que fuesen de la mano de partidos como Vox no les ocurría». Vamos, que se lo habían buscado. O sea: a partir de ahora, a los miembros de los partidos que pacten con Bildu, por ejemplo, si se les ocurre ir a una manifestación contra el terrorismo, se les puede hacer lo mismo que se les hizo a los de Ciudadanos. Tanto cinismo lleva a la melancolía.

* Escritor