No me llamó don Valeriano para que tomara posesión. Menos mal, porque no veo cómo hubiera conseguido llegar a tiempo al salón de Plenos desde la sala de prensa, pero tuve un momento de ilusión pensando en que eso se produjera cuando el señor secretario empezó a desordenar los avisos, que si Pedro García (IU) cuando le tocaba a Isabel Albás (Cs), que si espere un momento señoría que la he llamado antes de tiempo. Igual en un descuido me convocan a mí, pensé. Pero no, fue un trabucamiento sin importancia, aunque todo entretiene a los observadores, como la novedad de los que lanzan proclamas en el momento de la jura o la promesa del cargo, que parece que ya sin frase no eres nadie. En la mesa, una Biblia y una Constitución española, para jurar sobre el texto sagrado religioso o prometer sobre el texto sagrado laico. Los de Ciudadanos juraron con la mano en la Carta Magna, y al menos eso introdujo una novedad. Podían haber hecho como en Cañete de las Torres, donde el alcalde, Félix Romero, y los concejales que quisieron jurar pusieron una mano en cada libro.

Volviendo a las frasecitas que se introducen ahora al prometer el cargo, algunas llegaron al discurso, el más largo el de Alba Doblas (IU), que nos llevó hacia la República, hacia un mundo más justo y quizá hasta el infinito y más allá --imposible retener todo lo que dijo; por cierto, la abuchearon, única descortesía de la sesión plenaria-- y otras fueron más breves, como la de Cristina Pedrajas (Podemos) que juró por los cordobeses, o el juramento de Rafael Saco (Vox), con su «por España» que bien podría haber incluido, ya puestos, un «por Córdoba». Desde el PP, Ciudadanos y PSOE se obviaron los adornos y se fue a lo mollar, a lo de siempre, que es comprometerse con su ciudad. Y punto.

Pues bien, si han leído hasta aquí, se habrán dado cuenta de que no entraremos en profundidades. Solo en esos pequeños detalles, como el nuevo alcalde, José María Bellido, que estaba blanco como un folio, pero sin dejar aflorar nerviosismos. Debe ser una emoción inmensa asumir la vara de mando, eso, desde luego. Y una abrumadora responsabilidad. E Isabel Ambrosio, seria pero cortés, elegante en las formas con sus adversarios, sin regatear aplausos a su sucesor. Y las ausencias de los dos alcaldes que, aunque lo fueron de IU, dieron el salto al PSOE y podrían haber arropado a Ambrosio como en el 2015. Tendrían sus motivos, pero se echó en falta a Rosa Aguilar y a Herminio Trigo. Julio Anguita, mejorando con el tiempo; Manuel Pérez, cordial como siempre; Rafael Merino y José Antonio Nieto, disfrutando del momento. Y el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, dejándose querer, más o menos.