Unicef ha presentado su informe anual bajo el título La infancia amenazada , revelando que casi la mitad de los niños del mundo (más de mil millones) viven bajo la amenaza de la pobreza, el Sida y las guerras. Debido a su extrema necesidad, los niños se ven forzados a trabajar con el único fin de conseguir algo de alimento para ellos mismos y sus familias, sufriendo la mayoría una clara explotación laboral. Hace años afirmaba Guillermo Rovirosa, militante cristiano obrero y pobre, actualmente en causa de beatificación tras su muerte, "que el trabajo de los niños es jugar y que el juego de los mayores es trabajar". Digo esto porque, con poca sensibilidad por parte de la ciudadanía cordobesa, se conmemoró el pasado sábado, día 16, el Día Mundial contra la Esclavitud Infantil. Algunos se preguntarán el porqué en esa fecha y la razón no es otra sino la de recordar públicamente la muerte de un niño de 12 años, Iqbal Masih, asesinado hace ahora diez años. El pequeño paquistaní había trabajado como esclavo desde los cuatro hasta los nueve años de edad, asociándose más tarde en el Frente de Liberación del Trabajo Forzado de su país, precisamente para poder enfrentarse a las mafias del textil, cómplices, probablemente, de numerosas empresas de algunos países ricos, a las que denunciaron cuando lo premiaron en Boston y en Estocolmo. Ello fue causa de que se dictara contra él aquella sentencia de muerte, la cual puso de manifiesto en los medios del mundo entero un problema que todos creíamos abolidos desde hacía tiempo, el de la esclavitud de millones de niños. Antes sólo conocíamos su existencia a comienzos de la centuria del ochocientos, a raíz de la llegada de la industrialización, y que algunos consideraron como algo inevitable por ser una fase de miseria en la que se sumió todo el mundo. Salarios y trabajo en precario, horarios excesivos, búsqueda de mano de obra barata, lo que conllevó la incorporación al mundo del trabajo de millares de mujeres y de niños, por percibir sueldos más bajos. Incluso sabemos que por aquellas fechas numerosos hospicios y parroquias se dedicaron a alquilar infantes para así poder atender sus gastos, aunque conviene conocer que en dicha centuria también hubo una eclosión de asociaciones laicas y religiosas comprometidas con la infancia, que se extendieron entre los modernos arrabales. Los gobiernos, por la presión de éstas y por la de las asociaciones obreras, hubieron de legislar para proteger a estos colectivos débiles, a fin de que pudieran reducir su horario de trabajo. Entonces la lucha contra la esclavitud infantil fue un tema primordial para el movimiento obrero. Sin embargo, hasta ahora, los sindicatos de niños esclavos han estado excluidos del debate internacional sobre el trabajo infantil en todos los organismos. A pesar de ello, los sindicatos de estos trabajadores han sido y son una realidad histórica, contando con un valioso pasado en Nueva York o Londres durante el siglo XIX, o bien actualmente entre los niños brasileños de la calle, quienes, en 1985, fundaran uno de aquellos colectivos reivindicativos para persuadir a las fuerzas políticas de su país. Hay también ejemplos en Colombia, donde ha nacido el Movimiento de Niños por las Paz con el fin de resolver los problemas de pobreza, o en Chile, donde los niños mapaches se enfrentan a empresas petrolíferas como la Schell. De igual modo, similares grupos han surgido en el continente africano, donde ya existen organizaciones como las del Sudán, que mantienen una denodada lucha contra la esclavitud infantil.

Pero es que todas esas asociaciones infantiles no deberían de existir. ¿Por qué? Porque quien tendría que defenderlos son los sindicatos, partidos políticos o las personas adultas que lo que único que hacemos es hablar mucho y no preocuparnos de los problemas reales que nos acucian todos los días incluso en nuestro alrededor. Aquí, a nuestro lado, tenemos a niños a quienes quizás se les pueda denominar como esclavos, todos esos que trabajan irregularmente en diferentes labores o bien los bebés que van con sus madres rumanas, tirados por los suelos pidiendo e, incluso, sus madres que seguro que muchas son menores de edad. ¿No se puede hacer nada por ellos? Creo que existen leyes muy claras en las que está prohibida la mendicidad con niños, entonces ¿por qué no se hace nada al respecto?

En estos diez años de continuo trabajo, algunos colectivos han realizado numerosas denuncias de cuantas empresas se enriquecen con el sudor y la sangre de estos infantes. El Movimiento Cultural Cristiano ha puesto a estos esclavos ante la opinión pública con una campaña que no han podido silenciar los medios de comunicación social. Por ello, aún se hace más necesaria, si queremos trasmitir la esperanza de unos luchadores, mientras nos invitan a dar sentido a la vida siendo solidarios con los más menesterosos de la tierra. Entre todos hagamos que esto cambie.