Como espectadora me ha sorprendido, y como abogada mucho más, que un juicio penal y ante el Tribunal Supremo se esté retransmitiendo en directo por streaming con infracción de normas esenciales del procedimiento que determinan, por ejemplo, que quienes van a declarar como testigos no conozcan el testimonio de los acusados y ni siquiera el de otros testigos, evitando así su «contaminación» y preservando la objetividad que debe presumirse a cualquier testigo y más en un juicio penal.

Es obvio que la retransmisión en directo del juicio del procés va a «contaminar» a los testigos, al tener puntual conocimiento de todo lo que está sucediendo con una clara vulneración de estas normas, como también es cierto que esa retransmisión supone una «victimización» extra de los acusados, sometidos a una lupa mediática en todos sus movimientos y expresiones, para ser objeto de los memes más ocurrentes.

Y llegados a esta realidad, la cuestión es ¿preferimos que los testigos estén absolutamente contaminados y su testimonio sirva de poco con unos acusados «mega retratados» y tener acceso a las sesiones del juicio, o lo contrario ? He estado pensándolo varios días y finalmente me he decantado por la primera opción, la que supongo ha estado en la mente de esos siete hombres que han decidido --luego será el destino de una nación-- la retransmisión en directo porque, seamos francos, la prueba testifical es una prueba absolutamente devaluada en nuestro sistema judicial.

En el ejercicio de mi profesión como abogada de toga casi diaria, tengo que confesar que pocos testigos me encuentro que gocen de la deseable imparcialidad. Todos hemos hablado, preparado o documentado al testigo de turno, de tal suerte que sirven de bien poco las exigencias procesales cuando normalmente los testigos llevan la cartilla bien aprendida. Pero es que, para colmo, ni aun en aquellos casos en los que el testigo es realmente veraz --porque la verdad muchas veces no tiene nada más que un camino-- las sentencias reflejan en sus razonamientos el testimonio del testigo como prueba concluyente. Entre todos la matamos y ella solita se murió. El otro argumento que me quedaba, esa sobreexposición de los acusados, a los que se les graba, trocea y disecciona para sacar todo tipo de memes sobre cómo miran, cómo se suenan, tosen o estornudan, confieso que me importa bastante poco, así que definitivamente me inclino porque en este juicio, posiblemente el más importante de la democracia, todos estemos presentes vía streaming y nadie nunca jamás pueda contarnos ninguna milonga.

* Abogada